Cómo oír hablar a los muertos

En un fin de mes atípico porque no hay aceite, llueve desesperanza y tenemos el pellizco de si habrá terceras elecciones en un año se asoma de nuevo el “señor Jota” envuelto en su habitual halo verbenero que ni él mismo logra controlar, ya le conocen. Quizá porque así se huye mejor de lo más tangible y perentorio, mitad porque de un tiempo a esta parte vive de lo intangible y se asoma al mundo de los fantasmas a poco que tiene ocasión. “Con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y con mis ojos oigo hablar a los muertos”, escribía hace siglos Francisco de Quevedo y, créanse, ya lo decía Einstein, “el misterio es la cosa más hermosa que podemos experimentar”, lo de la vida después de la vida y la otra vida y los otros seres vivos tiene literatura y tendrá aún más. ¿Y los fantasmas de carne y hueso? Más, mucho más, sonríe revoltoso el “Señor Jota”. No hay vuelta de hoja, vivimos un tiempo en el que todo aparenta movimiento, pero no es real; nos lo enseñó Gisueppe Tomasi con esta frase culmen de la película El Gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Será por eso que “la NASA se está tomando en serio los ovnis y nombra un director de investigación”, anuncia el diario argentino Clarín y será, ea, que vienen tiempos de miedos para los humanoides para que solo se entretengan en pagar la hipoteca, decir que sí a todo lo que dictamine el establisment y vivamos con el miedo de que puede escaparse otro bichito, piensa caprichoso el “señor Jota”. La vida entre libros, que apuntaba Quevedo, le hace ahora mismo oír muertos y habitar entre fantasmas, ironías del destino y de la senectud, será. “Los años son escobas que nos van barriendo hacia la fosa”, cita textual sacada del refranero y convertida en proverbio para este cronista. Nada difiere con lo externo, piensa también, que este viejo Santo Reino, ensalza lo que repudia, repudia de lo que se cansa. Lo tiene claro aún en la vesanía: Hay fantasmas de verdad y fantasmas de carne y hueso, fantasmas de mesa camilla y fantasmas ungidos dioses terrenales. “Quien teme a las almas se topa fantasmas”, una frase que ni anillo al dedo escrita y subrayada por Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta andaluz que nos dejó la inmortalidad de que las almas hablan con los ojos y besan con la mirada. Con todo, no crean que le da bola a la desazón porque se haga eco de la muerte aún sin ser noviembre, es solo querer compartir que de siempre no hay mejor compañía que nuestro propios recuerdos, de igual forma que uno siempre vuelve a los lugares donde fue feliz. A salvo de fantasmas y de ovnis y nada de güija, conste, porque en caso de duda, hay que volver siempre a los clásicos: “Vive para ti solo si pudieres, pues sólo para ti, si mueres, mueres”, Francisco de Quevedo (1580-1645).