Los meloneros del Tomelloso

    04 nov 2025 / 08:31 H.
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    Que me perdone el melonero de Tomelloso que cada verano, con distinta cara y en distinta furgoneta, asoma por estos pueblos de Dios ofreciendo sus maravillosos frutos, dulces como el caramelo. Pero a mí su táctica de venta me recuerda una barbaridad a la de Moreno Bonilla y Carlos Mazón, actuales presidentes de las dos comunidades autónomas en las que se centra la controversia mediática nacional; y a las de Susana Díaz y Ximo Puig, sus predecesores. Permítanme que les haga un brevísimo resumen de sus respectivas vidas laborales: Juan Manuel Moreno Bonilla se afilió con 19 años al Partido Popular, con 25, sin haber terminado ni Psicología ni Magisterio, las dos carreras universitarias en las que se matriculó, pasó a ser concejal en el Ayuntamiento de Málaga y con 27, diputado en el Parlamento de Andalucía, el resto de su historia es de sobra conocida: escalar y escalar —o trepar y trepar—; el caso de Carlos Mazón podríamos tildarlo de gemelo: en 1999, con 25 años, inició su trayectoria política-profesional al ser designado por Eduardo Zaplana —otro inolvidable fuera de serie— como director general del Instituto Valenciano de la Juventud, el resto de su historia es de sobra conocida: escalar y escalar —o trepar y trepar—. 1999 también fue un año decisivo para Susana Díaz: con los mismos 25 años de Moreno Bonilla y Carlos Mazón, se convirtió en concejala del Ayuntamiento de Sevilla —de esa época, la Wikipedia resalta que consiguió convencer al torero Curro Romero para que éste se disfrazara de Baltasar en la cabalgata de Reyes Magos—, el resto de su historia es de sobra conocida: escalar y escalar —o trepar y trepar—; y, por último, Ximo Puig fue elegido diputado por Castellón en las Cortes Valencianas en 1983, con apenas 24 años —un adelantado—, el resto de su larguísima historia —háganse una idea— es de sobre conocida: escalar y escalar —o trepar y trepar—. Un dato curioso: cuando Susana Díaz y Ximo Puig perdieron sendas elecciones en Andalucía y Valencia y fueron sucedidos por Moreno Bonilla y Carlos Mazón, no buscaron el más mínimo progreso en su historia fuera de la política: ambos se convirtieron en senadores; una práctica en la que abundan ejemplos de todas las formaciones y latitudes geográficas: José Antonio Monago, Luisa Fernanda Rubí, Pedro Sanz, José Montilla, los malogrados Guillermo Fernández Vara y Javier Lambán, Juan José Ibarretxe... ¿Será ese el próximo —y dorado— destino de Mazón, toda la respuesta a la indignación generada?

    No debería de extrañarnos. El Ventorro es un restaurante muy caro, máxime si permaneces en él casi cuatro horas consumiendo. Cualquiera de nosotros, salvo en fechas muy señaladas, no nos lo podemos permitir. Y lejos de la política, quizá también se hubiera situado fuera del alcance de Mazón. Digo más, lejos de la política no habría resultado altamente improbable que Mazón o Moreno Bonilla o Susana Díaz o Ximo Puig hubiesen terminado sirviendo las mesas o lavando los platos de El Ventorro o de otro local. ¿Por qué no? Como tú y como yo hacemos cada día, lejos de la política. De ahí que me cause sumo estupor la manera en la que organizamos lo que más nos importa: nuestra salud y nuestra seguridad. ¿No os parece demencial que sea precisa la presencia o intervención de un político para la toma de decisiones que solo competen a profesionales? Han de existir, esta gente ha de existir, la democracia consiste en eso, en que tipos como tú o como yo podamos erigirnos en representantes de la ciudadanía; pero, joder, eso: representantes, diseñadores de futuro, soñadores de una sociedad más justa, más igualitaria, dejando trabajar a los que no lo abandonaron todo con 25 años por convertirse en los concejales de su pueblo: las emergencias para el experto/a en emergencias; la sanidad para la experta/o en sanidad. Y los melones de Tomelloso para los que juran por su madre que están dulces como el caramelo, pese a no tener ni la más puñetera idea.

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