Investidura o embestidura

España habló. Y los políticos lo oyen. O no. El Rey hace lo que se supone debe hacer sin hacer todo aquello que debería no hacer. O todo lo contrario. Estaría bien que Don Felipe se presentara a la investidura en el Congreso. ¿Lo votarían todos aquellos que van, presunta y seguramente, a despiezar la unidad nacional? Ahí lo dejo. El papelón circense, más propio de una charanga vallisoletana que de la elección de un Presidente de un país como (era) España, ha dejado entrever con una clarividencia supina que hay un partido, derrotado en las urnas, que no sabe perder. Se les ha ofrecido, a las hordas opositoras, porque siempre actúan como tales, que escuchen a España, a sus autonomías, a sus ciudades. Pero el asiento del Falcon engancha mucho. No es lo mismo pelear desde abajo que reír con sorna desde arriba. Si ya la política, como el fútbol, enganchan poco, estos actos ruines y que desesperan a los clásicos, los tiran a las cloacas estatales. Negreira y sus asalariados así lo atesoran. La nueva Presi progre del Congreso, que da tiempo al club de la comedia pero regaña a los crítico al mismo, podría hacerlo en arameo antigüo, que también tienen derecho.