Historias del Persiles

    16 may 2025 / 09:04 H.
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    Por una parte está la historia principal, con sus particulares inmediatos. Luego, los acontecimientos circundantes, que la adornan y complementan; ó se insinúan entre artificios, ó quedan silentes. Y está, por último, la experiencia personal —ajena a la historia narrada—, del propio autor de la “novela”. En el caso del Persiles, encontramos a un Cervantes cansado, enfermo, a quien abruma la edad y el éxito de un Quijote, definitivo e insuperable. Dice el autor, en el prólogo, que, llegando a Madrid, lo acometió un estudiante, quien descabalgó y se deshizo en halagos, a lo que él replicó “vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta de camino”. Corto era el tramo que quedaba. En el Persiles las historias entrelazándose conforman el tejido. En el Quijote sin embargo el personaje es uno, y único. El cuento del segundo retrato, del primer retrato, de Auristela, que, con tantas veras, disputan entre sí Arnaldo y el duque de Nemurs, es tan parejo con el veraz suceso del Ticiano de Isabel, esposa de Carlos V, que no parece sino que Cervantes, tan aficionado a ello, lo hubiera tomado de la vida misma, para entregarlo a la fama eterna de las letras.

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