Entre dos aguas
Jaén siempre ha navegado entre dos aguas. En sus sierras nace el Guadalquivir, el río grande que va al aguerrido y salvaje océano Atlántico, y muy cerquita, nace el Segura, el río que va al cálido y sereno mar Mediterráneo. Entre medias, tierra olvidada, tierra de nadie, puerto seco que sueña con el mar y riega dos vertientes. Como tantos emigrantes nacidos en Jaén, que con su sudor regaron otras tierras haciéndolas fértiles y prósperas. Tanta riqueza con origen en esta tierra que se recuerda con nostalgia de generaciones anteriores, pero que nadie nada a contracorriente para invertir en aquella luz que les vio nacer.
Y así, caminamos con el hastío de la lluvia para los que alivian agua en presas que riegan campos de golf, mientras que los embalses de cabecera siguen al treinta por ciento. Cuatro gotas que tiran el precio del aceite por debajo de los cuatro euros. Cuatro gotas y cuatro listos que ponen en jaque a una tierra cuyo fruto se vende por debajo de su coste. Y la ley de cadena alimentaria que se desquebraja en cuatro trozos, porque no se puede vender aceite por debajo de su coste. Porque no se pueden permitir operaciones de AOVE por debajo de los cinco euros, porque estamos regalando un tesoro, y en cuatro años se quedan los pueblos peor que los embalses. Que lo mismo que se almacena agua para regular los cauces en la abundancia y en la sequía, se debe almacenar aceite para evitar ahogar al consumidor que a los ocho euros se cambia al girasol, o al productor que a los tres euros cambia el árbol por seto, o la planta por fotovoltaica. Vendemos nuestra tierra por falta de valentía, por falta de un espíritu de colectividad que cierre el grifo a los oportunistas.
Entre dos aguas que corren en estado de fluidez, nacen el Segura y el Guadalquivir, y en medio agua estancada. Cuando no son unos, son los otros, y unos se deben a un océano y otros a un mar, y el jardín de sus fieles sirvientes se queda sin regar. No se juntan las aguas, aunque sea por el bien de su manantial, ni para aprobar un presupuesto, ni para diseñar un plan estratégico. Hasta que por fin la tierra saca los colores a las banderas y se aprueban unos presupuestos en la ciudad cuando ninguno se plateó apoyar al otro por el bien de la sociedad. Y así suena el río, en Jaén y en el Estado Nacional, no se apoyan los dos grandes partidos, porque lo que es malo para uno, es bueno para el otro. Que unos dejan que se vaya el agua, por tal de que se seque el vecino, aunque tu huerta sea un secarral. Ante el asombro de los nuestros, en Europa se alinean los primeros y los segundos por muy adversos que sean para evitar que las minorías marquen los ritmos, justamente porque esa es la coherencia de la democracia. El gran Paco de Lucía, con un talento infinito, compuso el tema entre dos aguas en su tierra Algeciras, entre dos mares, entre dos vientos, armonizando rumba y flamenco en su disco “fuente y caudal”, como fiel reflejo de que en esa unión nace la virtud. En nuestra tierra todos debemos remar hacia el mismo lado, navegar con rumbo fijo hacia el mismo puerto, con vistas a un faro futuro que es alcanzar el desarrollo, sin desgastar fuerzas en que si tu antes de ayer hiciste o dejaste de hacer.