El olor del biometano
Jaén es un clamor popular. Veintitrés proyectos de macroplantas de biocombustibles han puesto en pie de protesta a otras tantas poblaciones. Nadie duda de los beneficios de la descarbonización, de la economía circular, de la lucha contra el cambio climático... pero en lugar de seguir el ejemplo alemán, nueve mil microplantas que autosatisfacen sus necesidades de reciclaje y limpieza de residuos, aquí se apuesta por gigantescas instalaciones que necesitan millones de toneladas de alperujo y de los llamados scandasch, o sea purines, restos de animales, bagazos provenientes de cerveceras y otros que producen malos olores, humos tóxicos y balsas de almacenamiento altamente contaminantes. Tras de todo ello, unos proyectos hechos aprisa y sin estudios técnicos fiables, además de unos desmedidos intereses económicos basados en subvenciones públicas millonarias. Y el pueblo ha estallado en forma de protestas, manifestaciones y creación de plataformas contrarias a esas instalaciones. Y muy detrás el horizonte electoral que para algunos huele tan mal como el olor que estas plantas esparcen. Será una guerra larga.