El mimo y el arriero

    31 oct 2025 / 08:21 H.
    Ver comentarios

    Pasaron por el Pilar del Arrabalejo. Conducía el hijo y el padre miraba. Iban en silencio. Tras el hotel Rey Fernando, allá por las Protegidas, frenó el coche. El mulero canturreaba en el lateral del carro, de que tiraba la mula torda. El coche lo adelantó y entonces pudieron verlo. Llevaba pantalón y chaqueta blanca con estrellas, cara maquillada, ojos pequeños, sin vida, y gruesos labios remarcados en rojo. Quien creyeron fuera carretero, resultó ser mimo impertinente. Sacó la lengua al padre y, batiendo las manos sobre las orejas, cual si fueran de elefante, hacía grosera burla al pobre hombre. La madre que iba detrás se estremeció en el asiento. Ella, el hijo, los parientes y amigos se acomodaron severos y tensos en la sala de espera. Introdujeron al padre en el quirófano. El anestesista amigo de tío Antonio lo saludó amable “¿Qué tal, Fernández? ¡Todo irá bien!” El doctor se dio vuelta ... y cuando volvió a aparecer frente al enfermo vestía de blanco reluciente con estrellas, tenía orejas de elefante y boca de payaso. Dieron al padre cristiana sepultura en el cementerio de San Fernando. El anestesista, simple vicario del Mal, acompañó a su amigo Antonio Fernández en el sepelio.

    Articulistas