Aceite o arroz

    07 dic 2025 / 08:45 H.
    Ver comentarios

    Son cada vez más los años extremadamente secos, como 2017, 2021 o 2022, que se alternan con otros algo más húmedos, como 2018 o el reciente 2024.

    Los grandes embalses del Guadalquivir, como el Tranco o Iznájar, desempeñan una función reguladora esencial. La distribución del agua corresponde a la Confederación Hidrográfica, que en épocas de abundancia debería aplicar una política de reserva sólida para cuando lleguen sequías prolongadas. Sin embargo, llama poderosamente la atención que, tras un año relativamente húmedo como 2024-25, con pluviometrías cercanas a los 1.000 mm en la zona, el embalse del Tranco se encuentre actualmente en un escaso 22,53%. Se abren compuertas que llevan agua dulce a las marismas de la desembocadura sin pensar en las sequías, cada vez más intensas, que están por venir.

    Muchos paisanos de la Sierra de Segura sufrieron el destierro por la construcción de este embalse y la catalogación de Parque Nacional. Interesaba aislar un extenso territorio, privilegiando un club elitista de caza, junto a un gran lago que abasteciera el bajo Guadalquivir. Con las vegas más fértiles inundadas y sin conexión con las principales vías de comunicación, se esfumaba la esperanza de prosperar. De aquel cariño en forma de clausura llegaron los indicadores demográficos más demoledores de Andalucía. Muchos municipios perdieron más del 60% de la población que tenían a mediados del siglo XX.

    Este año, por primera vez en muchos, tras una pluviometría moderada y la generosidad de las compuertas del Tranco, se ha permitido cultivar el 100% de las hectáreas de arroz en las provincias de Sevilla y Cádiz. Ahora los arroceros se quejan porque el exceso de producción baja el precio. Ante un panorama de sequías continuas, como parece imponernos este cambio climático, resulta cuestionable apostar por cultivos como el arroz.

    Cada gota de agua proporciona riqueza allá por donde pasa. En provincias como Córdoba y Jaén, la gestión se realiza con gran eficiencia, sin derroches, beneficiando al principal cultivo que es el olivar.

    El aceite de oliva sí resulta necesario a nivel mundial, en la medida en que se incorporan nuevas rentas medias al consumo de alimentos saludables. Jaén, primera productora mundial de aceite de oliva, debería tener un mayor grado de influencia en el control de la oferta. Además, estamos ante un sector que genera más de 18 millones de jornales cada año, contribuyendo al desarrollo territorial y al asentamiento de población allí donde se cultiva. Un tejido productivo formado, en su mayoría, por pequeños y medianos propietarios que aman a su pueblo y sus costumbres.

    El cultivo del arroz, por el contrario, apenas genera 300.000 jornales, concentrados en grandes explotaciones cuya gestión se realiza muchas veces desde la distancia, con escaso efecto en el empleo local, en la distribución de la renta o en la industria de su entorno.

    Exigimos una gestión del agua acorde con la realidad social y económica de los pueblos que riega el Guadalquivir. Ese milagro de unos troncos retorcidos capaces de convertir el agua en aceite.


    Articulistas