Ser feriante, un oficio que rompe estigmas y reivindica su valor

“La gente es más educada ahora”, asevera la navera Faustina Ibáñez

11 jul 2025 / 07:00 H.
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La llegada de la temporada de fiestas patronales es esperada por todo el mundo. En ocasiones pasa desapercibido, pero existe un grupo de personas que están siempre ahí, al pie del cañón, para que las fiestas y ferias salgan a la perfección. En muchos casos, su vida está en la carretera durante meses, de aquí para allá, y no siempre se valora. El oficio del feriante es complicado. Faustina Ibáñez Sánchez, de Navas de San Juan, ha estado gran parte de su vida de feria en feria. Comenzó con diecinueve años, cuando su padre decidió abrir una churrería ambulante. Años después dejó de formar parte de este proyecto familiar e inició otro, pero cuando sus hijos crecieron, alrededor del 2008, decidió impulsar su caseta ambulante de vinillos: Bodegas Roa. “Mi negocio no es tan complicado como una churrería o una hamburguesería”, asevera Ibáñez que, además, agrega que “ha cambiado mucho la cosa”. “Antes había personas muy groseras y ahora no es así, la gente es más educada y, por ejemplo, la mayoría da las gracias por el servicio”, añade.

En este punto, pone en valor que la vida y el oficio del feriante o casetero “ya está mejor visto”. “Antes te veían como si fueras inferior, pero la realidad es que no es así, vivimos bien y tenemos para todo lo que queremos”, afirma la navera. Además, hace hincapié en que las condiciones laborales también han mejorado mucho la situación. “Ahora que la gente está dada de alta y se tienen en cuenta las condiciones laborales, los feriantes ya no se van dos o tres meses como antes, echan los días que son y se vuelven”. Por ello, también considera importante la evolución de los vehículos y de las infraestructuras viales. “La mayoría ya lleva camiones vivienda que están mejor equipados. Aunque sí es cierto que hace unos años, lo peor era el servicio. Ya no existe ese problema porque es como una casa sobre ruedas”.

Asimismo, esta navera no se dedica por completo a las ferias, sino que sólo trabaja como casetera durante la temporada alta, como son abril y mayo, aunque también alguna que otra durante el mes de julio. El resto del año, tanto su marido como ella se dedican a las labores del campo —puesto que Navas de San Juan es un municipio principalmente agrícola—. Sus hijos también forman parte del negocio de los vinillos y durante estos meses recorren las ferias y fiestas. En este punto, Ibáñez rememora que cuando empezaron en este sector las ferias “no eran tan buenas como ahora”.

Por otro lado, la navera afirma que aprovecha su estancia en cada pueblo al que va a trabajar para hacer turismo. “El tiempo pasa volando, conoces a gente muy buena y haces amistades”, reconoce. Asimismo, cuenta que durante la pandemia estuvo formándose en un grado superior de Imagen para el Diagnóstico y Medicina Nuclear, y que ahora mismo está en la bolsa. Aunque su profesión es dura en muchas ocasiones, Ibáñez asevera que está muy contenta por la vida que tiene y, que por suerte, ni a su familia ni ella les falta de nada. “Se gana muy bien con este oficio, puesto que en las fiestas se echa mucho dinero”, confirma la navera. Después de unos meses de abril y mayo más intensos, durante julio el ritmo no es tan agotador e irán con Bodegas Roa a alguna que otra feria repartida por la geografía. Sin embargo, hay otros caseteros que desde abril hasta el mes de octubre tienen su vida en la carretera y sobre ruedas, de allá para acá, pero siempre siendo fundamentales.

Una vida en la carretera y haciendo frente a las temperaturas del verano

Los días de feria no terminan cuando se apagan las luces de las atracciones. Para muchos caseteros, el verano es sinónimo de calor, carretera y jornadas intensas que empiezan temprano y se alargan hasta la madrugada. Con cada nueva ciudad, levantan su pequeño mundo: atracciones, casetas, puestos de comida... y su hogar. A pesar de las altas temperaturas que caracterizan los meses de julio y agosto, el trabajo no se detiene. Montar, desmontar, atender al público, resolver averías al vuelo o aguantar bajo el sol en las tómbolas es parte de una rutina que requiere resistencia, paciencia y mucha vocación. Pero, a diferencia de años atrás, la vida en carretera ha mejorado. Y mucho. Tal y como comenta Ibáñez, muchas familias feriantes cuentan con caravanas completamente equipadas, con aire acondicionado, pequeños electrodomésticos, duchas, zonas de descanso y espacios adaptados para pasar las horas de más calor. Tras una jornada agotadora, no hay nada como cerrar la puerta, bajar las persianas y encender el aire. “Normalmente nos acostamos tarde y cuando empieza el calor, estamos dentro de la caravana”, afirma la navera haciendo referencia a la salida del sol después de una noche de servicio.

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