Costal y flores para la Santa Madre en Pegalajar
La Virgen de la Cabeza insufla fe y devoción en el corazón de sus devotos hijos

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Se acabó la ansiada espera por ver caminar a la Santa Madre de Dios por las calles de Pegalajar. Las campanas de la Iglesia Parroquial de Santa Cruz tañeron con fuerza, quebrando el silencio que se respiraba en la plaza. Los fieles se agolpaban en la fachada del templo, curtida en piedra tosca en lo que en época musulmana fue una mezquita, rezumando otra fe, otra devoción, otro tiempo. Sonaron los acordes del himno nacional que brotaron de los instrumentos de la Asociación Cultural-Musical “Lázaro Rueda” de Los Villares, provocando los primeros vítores en honor de la Virgen de la Cabeza, la protagonista única y divina, la que baja las miradas en su paso, la que hace persignarse con su luz y la que provoca lágrimas de emoción en los rostros de sus hijos.
La primera “levantá” al cielo se esperó con ganas, pues la Cofradía estrenó este año no solo paso, sino que cambió la carga a costal. Esta novedad hizo que donde antaño faltaran hombros que portaran a la Señora, este año sobraran cruces para dar relevo a los hermanos. Además, con el renovado trono, se presentaron en sociedad nuevos candelabros que iluminaron a la Patrona. Iniciada la marcha, el itinerario no viró un ápice, transitando por el recorrido habitual de la Cofradía. El grupo joven, inspirado y predispuesto, se encargó en esta ocasión de adornar varias calles y la Plaza del Campillejo con flores de papel y frases de la letanía para insuflar la fe en aquellos que aún dudan. Con el cambio de paradigma cofrade, cargando a costal el peso del trono, las paradas no se hicieron esperar, para respiro de los hermanos.
Pero si alguno de estos tiempos de asueto se disfrutaron fue el realizado a las puertas de Amadora Puentes, vecina recientemente nombrada “Cofrade de Honor” por la junta directiva de la Hermandad de la Virgen de la Cabeza. Sebastián Espinosa, en conversaciones con este periódico, reconoció que el nombramiento se hizo de corazón, por su incansable labor al frente y al lado de la Cofradía que un día la nombró Hermana Mayor. La petalada vertida sobre la divina figura volvió a emocionar, tronando los aplausos en el último confín de Pegalajar. Antes de su retorno al templo, hubo una segunda petalada, poniendo el broche un año más.