Baeza, una ciudad “fantasma”

Uno de los enclaves más turísticos se queda “vacío” en plena cuarentena

17 mar 2020 / 12:10 H.
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Silencio ensordecedor. El reloj se acerca a las once de la mañana en una de las ciudades más turísticas de la provincia, Baeza. Se trata de una de esas últimas frías mañanas de invierno en las que, en una jornada normal, el centro de la ciudad estaría repleto de viandantes realizando sus recados y turistas dispuestos a exprimir cada rincón de la ciudad a la que les escribía Machado. Sin embargo, el silencio se ha apoderado del paseo, el Palacio de Jabalquinto se ensombrece por la tristeza de la soledad y la Catedral luce exclusivamente para el viento que choca con las paredes, no hay ni un alma.

Baeza parece una ciudad fantasma durante, al menos, los primeros instantes. Conforme avanzan los minutos comienza a sucederse un pequeño gotero de ciudadanos, todos residentes, que caminan ligeros junto a bolsas de comida o mientras agarraban la correa de sus mascotas. Algún despistado, o irresponsable, camina como si paseara o se para a descansar en alguno de los bancos instalados a lo largo de la ciudad, pero solo unos instantes, pues el temor a que los agentes que se pasean por las vías provoca que nadie quiera permanecer mucho rato fuera del hogar. Muchos de los que se deciden a hacerlo van protegidos con mascarilla y guantes, para evitar males mayores y contribuir a la petición de responsabilidad lanzada por parte de las autoridades sanitarias.

Ni que decir tiene que aquellos que proceden de otros puntos del país o incluso de fuera de las fronteras, han escapado rumbo a sus domicilios tras decretarse el estado de alarma. Esto, en pleno mes de marzo y con la primavera a unos días, ha supuesto un duro golpe para uno de los sectores más importantes de Baeza, el turismo. Todos los establecimientos que forman parte de esta área han tenido que cerrar y tienen la mayor parte de las reservas canceladas, además de no saber cuándo volverán a poder recobrar su actividad. En una situación similar se encuentran los restaurantes y bares de la ciudad, normalmente llenos de vida y con una actividad intensa en estas fechas, que ahora tienen las persianas bajadas. Las calles están llenas de mesas y sillas vacías que, junto al silencio de los principales enclaves, erizan la piel.

Tampoco están abiertos los lugares públicos, tales como el Ayuntamiento o la biblioteca, espacios que fueron visitados por más de un despistado que se encontró con un cartel en el que se avisa de que solo se atenderá, y por teléfono, las gestiones de carácter urgente. En el otro lado, los comercios de primera necesidad, tiendas de alimentación, farmacias, mascotas, gasolineras, estancos y bancos que mantuvieron su actividad, aunque con poca afluencia, más si se compara con las compras compulsivas de la ciudadanía de los últimos días.

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