Al amparo de la divina bendición de la Virgen de los Desamparados en La Iruela

El traslado hizo honor al origen de las fiestas en este rincón de la Sierra de Cazorla

06 sep 2025 / 18:40 H.
Ver comentarios

VÍDEO

La multitud se presentó bajo la Peña del Castillo para esperar a su Señora. Los últimos rayos de sol se colaban entre la escarpada pared de piedra para iluminar la estampa, mientras los faroles comenzaban a prender las calles del municipio y un conato impaciencia hizo mella en algún devoto ansioso por ver el divino rostro. Ataviados con los atuendos tradicionales de aquel rincón de la Sierra de Cazorla, los fieles recogieron la bella talla de la Virgen de los Desamparados tras su subida desde la huerta de la Heredad. Con todo dispuesto para su traslado hasta la Parroquia de la Inmaculada Concepción, se inició la marcha entre vítores y plegarias que rebotaban en el viento y resonaron a lo largo y ancho del valle.

El Coro Rociero de Cazorla comenzó a entonar rezos, los anderos caminaron a paso firme y el pueblo de La Iruela suspiró al reconocerla por fin entre sus calles, las mismas que transitaría para bendecir y proteger a sus moradores. Muchos de los vecinos que se dieron cita, contaron, mientras marchaban, cómo había cambiado la fiesta desde sus tiempos mozos, pues las celebraciones no son solo en honor de la Santa Madre, sino que se originaron para despedir la época estival y, antaño, celebrar el final de la trabajada cosecha. Los mayores del lugar recordaron cómo se recogían los productos de los huertos que flanqueaban el lugar de reposo de la Virgen, para subirlos hasta la feria y compartirlos en hermandad. Los tiempos que corren desvirtúan con el ocio desmedido la verdadera razón de ser de la celebración, pero ese es su cometido: seguir dando las gracias a la protectora.

La llegada hasta el templo costó sudor y lágrimas, pues las empinadas calles, hicieron apretar los dientes a los portadores, sacando fuerzas cada vez que cruzaban la mirada con Ella. Las lágrimas se derramaron por emoción, por devoción y por alegría. La misma que desprende un pueblo volcado con la Señora de los Desamparados, la que vela, la que no duerme y la que extiende su manto sobre los hombros de los que más lo necesitan, sus devotos hijos que claman por su divina bendición.

Provincia