Abraham Fernández y su familia luchan por su vida desde un fatídico accidente
“Espero llevarlo un día andando de vuelta a casa”, dice José Fernández, el padre del menor tosiriano


Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y la familia de Abraham Fernández se agarra a ese mantra a rajatabla. El joven de Torredonjimeno, de tan solo 16 años, sufrió un accidente de tráfico que lo dejó en coma durante cerca de veinte días y con un daño cerebral severo. Su familia lucha a su lado desde una clínica en Badalona, convencida de que aún queda mucho camino por recorrer y vida por recuperar.
El trágico incidente tuvo lugar el 21 de diciembre, cuando Abraham se dirigía en coche junto a su hermano a Martos para ver un partido de fútbol. El sol deslumbró al conductor y terminó chocando el vehículo contra el remolque de un tractor. El impacto recayó directamente en el asiento del copiloto, donde viajaba el joven, que cayó inconsciente en el momento. El tosiriano despertó en enero, pero con un daño axional difuso (DAD) y con mínima conciencia. Tras varias semanas en la Unidad de Cuidados Hospitalarios (UCI) del Hospital Neurotraumatológico de Jaén, pasó a planta, una experiencia que la familia describe como “traumática”. “Pienso que carecían de personal y de recursos para atender a pacientes críticos como mi hijo, dejó mucho que desear”, denuncia José Fernández, el padre del menor tosiriano.
Una infección derivó en una peritonitis grave, que tuvieron que operar “deprisa y corriendo”, según recuerda Fernández: “Bajó al quirófano sin oxígeno, con la tensión muy baja y prácticamente muerto. Nos reunimos con el equipo y pedimos informes para ver por qué había bajado en ese estado. Mi hijo no iba a estar en planta resucitando continuamente”, manifiesta el padre.
Tras varias complicaciones de su estado, decidieron dejarlo todo para trasladarse a Cataluña e ingresarlo en el instituto Guttmann, un centro especializado en la rehabilitación de personas con lesión medular. “En Jaén me decían que mi hijo iba a ser un vegetal... me gustaría que lo vieran ahora”, sostiene Fernández. En estas instalaciones, Abraham comenzó hace dos meses un innovador tratamiento, orientado a estimular la actividad neuronal mediante dosis adaptadas al paciente. La evolución es lenta, pero progresiva. El tosiriano tiene respuestas intermitentes a órdenes mínimas como mover los brazos, los pies, mantenerse sentado o ponerse de pie. Todo ello acompañado de rutinas terapéuticas diarias para mantenerlo activo. “Esperamos que un día lo llevemos andando a casa”, confiesa el padre.
En su municipio natal le esperan una hermana de tres años y su hermano mayor, así como un futuro que se vio truncado con el accidente. “Quería ser futbolista y jugar a nivel profesional el año que viene. Es un chico muy querido por sus compañeros, lo daba todo en cada partido”, subraya su progenitor.
Fiel creyente, Fernández se aferró a su fe como tabla de salvación en los peores momentos: “Dios hace las cosas perfectas, y mi hijo tiene que volver perfecto y terminar su obra”. Cada mañana, su familia despierta con la ilusión de encontrar una nueva señal de vida en su mirada, y el joven tosiriano, con ganas de seguir luchando. Y mientras eso ocurra, el camino no ha terminado.