Ramón
En los años 80, con la poda de las olivas, antes de que la quemaran, los niños construíamos una suerte de cabañas que de alguna manera conformaban el primer atisbo de una vida independiente a la de nuestros padres. Me pregunto si los chicos de ahora seguirán haciéndolo o si ese juego se habrá visto también engullido por las pantallas. Aquello, grosso modo, nos servía para compartir un espacio y una aspiración que hoy, por el fuerte empuje del tiempo, se revierte en el vacío que va originando la desaparición natural de nuestros progenitores. De aquel Ramón esperanzador a estas tristes cenizas, la vida.