Blanca y radiante que es Blanquita
Blanca Aguilar es una mujer de las que hacen grande el nombre de Jaén, por su entrega y dedicación y por el amor que le pone a su trabajo > Por sus clases han pasado generaciones de jiennenses que conocen esa otra educación “tan sana”
Resulta que está un paso del júbilo y aunque su linda cabecita seguirá bullendo de un lado a otro, no nos hacemos a la idea de que esta maestra encantada de que se le llame maestra deje de ir a clase cada día en busca de sus niños y sus niñas, el alma de su vida, la esencia más característica de los muchos recovecos de su existencia terrenal en esta Jaén a la que ama con todas sus fuerzas. Maestra y escritora, docente y siempre promotora de cultura y vida, educación y savia nueva, es un torbellino sin fin porque nunca dice que no a nadie y lo mismo la tienes empujando en “Hilos para Educar”, que formando mejores profesores o asesorando editorialmente a esta casa. La educación pública jiennense no se entiende sin ella, está claro. Porque Blanca Aguilar Liébana, de quien les hablo, acaba de ser reconocida en los premios de Csif por funcionaria ejemplar y su currículum está impregnado de aplausos en público y de “tizas de oro”, pero, muy especialmente, de besos, muchos besos, en el Jaén de arriba, en el de abajo, en el nuevo Jaén o de mercadillos y tabernas. Blanca Aguilar, Blanca y radiante que es nuestra Blanquita, no da dos pasos sin que se le acerque alguien conocido y la bese y la abrace porque de niños y de niñas la tuvieron de maestra de infantil en sus casi cuarenta años de carrera; abrazos y besos a los que ella responde con una inmensa sonrisa y pellizcos de cariño y apretujones de ternura. Así son las clases de esta ‘seño’ tan especial y querida, con el suelo de pupitre, las manos de pinceles y las hojas de periódico como estrellas con las que adornar el cielo. Es esa otra enseñanza tan sana y divertida, la que motiva en clase y no da nada por aprendido, la que huye de la imposición y tiene en la implicación y la alegría fundamentos inexcusables desde el timbre de entrada al de salida. Sabe su legión de amigos que le gusta pasear por el mar y que de sus futuros y permanentes paseos, ya sin clases, saldrán más libros y más conferencias, más tertulias y más propósitos de escudriñar otros caminos para la educación. A eso se le puede llamar de muchas formas, pero una está clara, con Blanquita no hay miedo al fracaso nunca.

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Hay un barrio en Jaén fuera de circuito, es más, quizá la mayoría de los jiennenses que viven en la capital no saben que se trata de un barrio con todas las de la ley. Les hablo de Valdeastillas, pasado La Imora, justo mismo donde empieza la autovía a Martos. Barrio obrero y forjado por el vecindario con tesón y sacrificio desde los años 70, resulta que es un suicido poder llegar a él a pie. A semejanza del libro de García Márquez, “Valdeastillas no tiene quien le escriba”, no hay autoridad competente que le haga caso y deberían porque todos somos iguales ante la Administración.
> Titular del 4 de julio: “La sensación es de vértigo por lo que conlleva la organización de esta procesión, espero que despierte un sentimiento de fe en los corazones”.
> Y la apostilla: “Sin duda alguna, habrá un antes y un después, monseñor Chico”.