Respaldo para las librerías

    05 may 2024 / 09:13 H.
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    Hay una actividad importante en el centro de la capital, desde ayer y hasta el domingo día 12, con el papel como hilo conductor de todas las historias que regala la literatura. La XXXVIII Feria del Libro empieza a caminar con un programa que supera el centenar de actividades y la confianza en obtener el respaldo del público con su visita y sus compras. En una provincia con uno de los índices de lectura más bajos de Europa, se trata de un evento necesario, una apuesta por la cultura y por dar a conocer a autores jiennenses que necesitan el respaldo de su gente para convertirse en algo que no es habitual: ser profetas en su tierra. Cierto es que las últimas estadísticas señalan un aumento del consumo de obras de todos los géneros, pero todavía queda mucho trabajo por hacer, sobre todo entre la población juvenil, para intentar enganchar a las nuevas generaciones al placer de leer.

    La Feria del Libro es, además, una oportunidad para que los libreros puedan interactuar con la calle y, a la vez, exponer de otra manera a sus clientes lo que habitualmente cuelga de sus estanterías, por lo que hay que apoyar a un sector que tampoco atraviesa sus momentos, sobre todo cuando todo lo que tiene que ver con el mundo digital gana terreno a pasos agigantados al papel. El número de casetas, expositores, librerías, editoriales, organismos y fundaciones que apoyan la feria es más grande este año, en comparación con el anterior, lo que significa aliento para continuar en las siguientes ediciones, siempre y cuando hay respaldo de las administraciones públicas y de instituciones tan importantes para la provincia como la Universidad de Jaén, fuente del conocimiento. Hay que comprar libros, regalarlos y, sobre todo, leerlos, porque son los que nos ayudan a crecer como personas, a aprender más del mundo que nos rodea, a viajar sin salir de casa y, sobre todo, a vivir en una sociedad en la que debe imperar la tolerancia y el respeto. Nadie debería permitirse a sí mismo no hacerlo.

    Editorial