La Constitución, ley de leyes
España celebra hoy un aniversario que no debería vivirse como un trámite institucional, sino como un ejercicio de memoria colectiva. La Constitución de 1978 no fue un texto improvisado; fue un pacto de suelo firme en un país que acababa de atravesar décadas de fractura, silencio y miedo. Aquel acuerdo, imperfecto pero valiente, permitió que generaciones completas crecieran en democracia, reconocieran derechos que antes no existían y vivieran bajo un marco de libertades que hoy algunos dan por sentado. La Constitución sostiene la convivencia diaria: desde el voto hasta la sanidad pública, desde la educación hasta la protección social. Cuarenta y siete años después, la Carta Magna continúa sujeta a presiones que no deben ignorarse. La crispación política, el auge de discursos de odio y la polarización en bucle han instalado la sensación de que el consenso es un gesto arqueológico, una reliquia que pertenece a otra época. Los acuerdos parecen un síntoma de debilidad y no de inteligencia colectiva. Sin embargo, ningún país se sostiene solo con trincheras. Las sociedades avanzan porque alcanzan pactos, porque entienden que la discrepancia no elimina la necesidad de convivir, porque convierten las diferencias en herramientas útiles y no en armas arrojadizas. La Constitución nació de ese espíritu. Un texto que surgió de posturas enfrentadas que se reconocieron necesarias. Hoy se discute su reforma —y esa posibilidad no debería asustar a nadie—, pero lo preocupante no es la reforma en sí, sino el intento constante de erosionar su legitimidad. El Estado social y democrático de derecho es el ma-yor contrato civil que existe. Defenderlo implica asumir que el marco constitucional no está reñido con la crítica, pero sí con la demolición sistemática de sus pilares. La defensa de lo público forma parte de ese compromiso constitucional. Sanidad, educación, pensiones, igualdad, libertades y derechos fundamentales no son concesiones coyunturales; son conquistas recogidas en la propia Constitución. El país atraviesa tensiones que exigen más política y menos ruido; más instituciones fuertes y menos intentos de debilitarlas.