Huelga en la sanidad pública
La huelga de médicos puso en jaque la sanidad pública andaluza la semana pasada, cuando se contabilizaron casi 156.000 consultas y 3.234 operaciones suspendidas en tres días de paro. Los facultativos están en contra del Estatuto Marco que plantea el Ministerio de Sanidad y ejercen presión, con los instrumentos que tienen a su alcance, para que las administraciones públicas tomen nota de sus reivindicaciones y los ciudadanos sean conscientes también de una situación que, a todas luces, resulta insostenible.
Está claro que las decisiones hay que tomarlas siempre después de escuchar a todas las partes, sobre todo a los profesionales, que son los que están al pie de cañón y saben dónde están las debilidades y las fortalezas de un sistema que siempre fue modélico y que, ahora, se encuentra en tela de juicio. No hay más que ver la acumulación de quejas por las esperas y las derivaciones a centros privados para intentar aliviar las demoras. La solución está, sin embargo, en incrementar la plantilla a través de la generación y retención del talento, un proceso que no resulta nada fácil y que conlleva la creación de plazas en las facultades de Medicina a un ritmo mucho más acelerado que el que lleva las jubilaciones. Es el Gobierno, en cualquier caso, el que tiene que resolver el problema planteado en los últimos días, pero las comunidades autónomas están obligadas a arrimar el hombro. Es la primera vez que los médicos convocan una huelga en la que lo único que no piden es dinero.
En el caso de Andalucía, la Junta asegura que tiene entre manos un plan para evitar la emigración de los médicos a otros territorios, incluso del extranjero, en los que encuentran una mayor remuneración de su trabajo. El proyecto pasa por conseguir mayor estabilidad, prorrogar la eliminación del requisito de la nacionalidad española para las contrataciones sanitarias y sustituir las oposiciones por concursos donde los baremos primen la experiencia, entre otras cuestiones más que tienen que ver con la calidad de vida, la presión asistencial y el ambiente propio del trabajo.