Es Navidad en pleno verano

17 ago 2025 / 09:08 H.
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La familia se reúne, los amigos vuelven a encontrarse en un alto en el camino que siempre sabe a poco por mucho que digan que lo bueno, si breve, es mejor. Las calles de la España rural reverdecen de vida cada 15 de agosto, como si fuera Navidad en plena canícula. Las verbenas y las fiestas de pueblo llegan a su punto álgido en un ecuador de agosto desde el que ya se otea el horizonte de septiembre, pero, de momento, la compañía de los seres queridos, los brindis y las risas de escuchan en cada esquina, donde el ambiente festivo casi se puede palpar. En estos días, las aldeas y los pueblos jiennenses que normalmente están tranquilos y con el ruido justo de la vida pausada y rural, se convierten en lugares bulliciosos y desbordantes de energía. La gente vuelve a sus raíces —si es que alguna vez las dejaron—, a sus lugares de origen para reencontrarse con amigos y familiares que no ven desde hace más tiempo del que les gustaría. El 15 de agosto es un momento para desconectar de la rutina diaria y disfrutar de la naturaleza, llenar los pulmones de aire puro y limpio de la sierra, oler la pólvora de los cohetes, cubrir de crema la piel quemada por el sol, escuchar música en vivo y saborear la comida de las abuelas, esa que solo existe en la imaginación en la vorágine de la rutina urbanita. Detrás de esta imagen idílica, hay una realidad que no se puede ignorar. Muchos de estos pueblos que hoy rebosan, luchan a diario por sobrevivir. La despoblación es un problema grave que afecta a la economía y la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, hay personas que apuestan por vivir en el mundo rural todo el año y no solo cuando el 15 de agosto permite un respiro, aunque sea en plena ola de calor. Se erigen y avanzan en favor de mantener viva la cultura y las tradiciones de sus lugares de origen. Para que esto sea una realidad no solo vale con el ánimo de quienes están al pie del cañón, sino que hace falta financiación y recursos que respalden a la comunidad rural. La pérdida de los pueblos supondría un empobrecimiento generalizado de la sociedad... Y todos queremos tener a donde volver cuando el verano llega, ¿verdad?

Editorial