El Papa Francisco, del pueblo

    23 abr 2025 / 08:58 H.
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    La fumata blanca que aquel 13 de marzo de 2013 se vaporizaba sobre la Capilla Sixtina auguraba una perplejidad colectiva que no tardó en convertirse en simpatía. El nuevo Papa no estaba en las quinielas de los vaticanistas más sobresalientes, no era italiano, ni siquiera europeo. El sustituto de Benedicto XVI resultó ser el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, que ya había sido candidato al anillo del Pescador justo en el cónclave que eligió como rector de la Iglesia Católica al teólogo alemán Joseph Ratzinger. Rompió moldes desde su designación, pues fue el primer Pontífice hispanoamericano y, a pesar de la sorpresa, desató una ola de simpatía con sus primeras comparecencias públicas, opuestas al protocolo del Vaticano y con un signo de aperturismo, expectativa de cambio y regeneración en la Iglesia como nunca se había visto antes y que muchos esperaban. El Papa Francisco destaca la compasión, la justicia social y la protección del medio ambiente como valores fundamentales. Promueve la misericordia y la defensa de los derechos humanos, especialmente para los más vulnerables y marginados. Su enfoque en la humildad y la simplicidad es notable, y ha sido un defensor de los migrantes y refugiados. En su encíclica Laudato Si’, enfatiza la importancia de cuidar la creación y trabajar juntos para proteger el planeta y promover la justicia social para todas las personas. A ojos de cualquiera, un discurso puramente en línea con el Evangelio, con lo que se espera de cualquier cristiano de bien que quiera asemejarse a Jesús. Sin embargo, ese progresismo no es tan bien visto por toda la Iglesia. Francisco sembró progreso y quienes elegirán a su sucesor son hijos de ese avance hacia adelante.



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