El alto el fuego y la esperanza
Hay en pie un acuerdo de alto del fuego que siembra de esperanza el mundo entero en medio de un mar de incógnitas. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Israel, Benjamin Netanyahu, sellan la paz en un cambio de guion que deja muchas dudas en el ambiente y, a la vez, abre la puerta al fin de la conflictividad. Los países están obligados a continuar con una vigilancia activa para exigir transparencia en una maniobra que aparta cuestiones clave que están en el origen del conflicto, como el “sistema de apartheid” contra la población palestina o su derecho a la autodeterminación. Es de recibo, en este sentido, que continúen las movilizaciones internacionales para intentar parar el odio. Lo importante es que la paz empieza a abrirse camino en la castigada Gaza y empieza a sentar las bases del presente y del futuro en Oriente Próximo. Lo que resulta inexplicable es el compromiso de Irán con las conversaciones de los dos líderes internacionales. Queda por ver en qué papel queda Hamás, con todo perdido en esta inexplicable guerra que a lo único que conduce es al hambre y a la pobreza entre quienes menos culpa tienen: los ciudadanos de a pie. No hay que olvidar que se contabilizan casi setenta mil muertos civiles, con niños masacrados y el territorio totalmente destrozado. Costará mucho tiempo remontar, pero lo importante es que las bombas dejen de caer y que todos los países implicados en el fin del conflicto no se vean obligados a seguir invirtiendo en armas para ayudar a unos y a otros, sino en la reconstrucción de una tierra que tiene que servir de experiencia para todos.