Y van ya dos avisos celestiales

    07 may 2025 / 09:12 H.
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    Y van ya dos avisos celestiales

    Sí, celestiales, que han producido muchas tragedias dolor y sufrimiento a lo largo de la Historia. Se traicionó al pueblo español, que pensó que sería como cuando vivía Franco y le metieron en un túnel sin salida. El engaño ha quedado bien manifiesto, de poco sirve la palabrería de los políticos y del clero progresista, seres vacíos, vacuos, que no dicen nada porque no tienen nada. Ha muerto el Papa Francisco; ¿Recuerdan el rayo que calló sobre el Vaticano cuando renunció el papa Benedicto XVI? Han pasado los años, y la Iglesia ha dado un cambio radical, el papa Francisco ha sembrado la duda a muchos católicos, en lugar de confirmar a los fieles en la fe, los ha confundido. ¿Qué es lo importante para el papa Francisco? acoger a los inmigrantes, a los pobres, el ir a las periferias, etcétera. Y, ¿qué pasa con lo Divino con lo Sagrado, con la Gracia Santificante, con la Divina Eucaristía? Eso es cosa de la antigua Iglesia. Se va a celebrar el cónclave para elegir al nuevo Pontífice, y las noticias preliminares parece que seguirá el camino empezado por el papa Francisco. Si esta tendencia se confirma será el anuncio de que la Segunda Venida de Cristo está más que próxima.

    JAIME FOMPEROSA APARICIO

    La traición (capítulo 2)

    Don Fabián saludó, dejando las llaves sobre las mesa: —Hola, cariño. ¿Cómo estuvo tu día hoy?

    —Bien, gracias. ¿Y el tuyo? —preguntó doña Felisa, mientras le servía una taza de café.

    —Pues... no tan bien —suspiró él, hundiendo los hombros—. Hoy me despidieron del trabajo.

    Doña Felisa se sobresaltó, derramando un poco de café.

    —¿Qué? ¿Cómo pudo pasar? —Inquirió, buscando su mirada—. ¿Y ahora qué haremos?

    —No lo sé... —admitió él, bajando la vista—. Estoy un poco perdido. Pero no te preocupes, encontraré algo pronto.

    La mujer forzó una sonrisa, pero sus ojos, esquivos, no lograron ocultar la inquietud que la consumía por dentro.

    —Claro, seguro que sí —murmuró, aunque al mismo tiempo apretaba la taza de la que bebía con mucha fuerza.

    —¿Por qué tienes esa cara? —preguntó Fabián, extrañado.

    —No es nada, solo que... —Felisa se interrumpió la conversación, volviendo la cabeza bruscamente al escuchar un golpe sordo en la cocina—. ¿Qué es eso?

    —¿Qué es qué? —preguntó él, frunciendo el ceño.

    La señora Felisa se puso nerviosa. Sus dedos tamborileaban contra la mesa.

    —Creí oír algo en la cocina —dijo en voz baja.

    Don Fabián se incorporó, desde su sitio, de inmediato.

    —¿Quieres que vaya a ver?

    Ella se apresuró a detenerlo, casi en un grito:

    —¡No, no hace falta! —luego bajó el tono, intentando sonreír—. Seguro que fue mi imaginación...

    ANA CACHINERO / Jaén

    La mano extendida siempre

    Ningún ser humano, por sí mismo, puede vivir. Necesitamos florecer unidos, ayudados entre sí, acogiendo pulsos y recogiendo sentimientos. El enfrentamiento entre análogos es el mayor absurdo humanitario. A diario se destruyen miles de existencias en cualquier parte del mundo, por el afán de dominación entre semejantes, mientras el derecho humanitario ha sido desestimado y dejado de oírse. Promover la seguridad es esencial para poner fin a las variadas crisis que nos acorralan, además de prevenir y detener las guerras familiares, sociales o mundiales; responsabilidad a la que todos estamos llamados, poniendo el alma antes que las armas, pues es imperativo la exigencia de normas que hagan menos inhumanas las operaciones bélicas.

    La visión natural humana y pensante debe inspirarnos a mitigar la ferocidad del estado salvaje, hasta asegurar un continuo y persistente diálogo, lo que conlleva la mano extendida siempre, a pesar del aluvión de hostilidades que no cesan. A los enemigos hay que volverlos amigos, jamás lo dudemos. Nuestra gran tarea pasa por conciliar lo que nos parece irreconciliable. Pongamos empeño, sin la conversión del corazón no hay concordia. A la paz sólo se llega por el amor de amar amor. Nadie es autosuficiente para nada. Precisamos, con urgencia, asentarnos en un campo de poesía y no de batalla. Cada latido, de cada ser humano, forma esa composición armónica que es lo que verdaderamente nos injerta quietud en nuestro mar interior.

    Es el momento oportuno de biografiar otros horizontes más humanitarios, o sea, más estéticos y éticos en definitiva. Cuando falta la adhesión al orden místico de la realidad, o bien la consideración hacia nosotros mismos o hacia nuestros semejantes, nadie respeta a nadie y la mentira es lo que nos gobierna. Sus consecuencias son perversas y causan efectos devastadores en la vida de los ciudadanos y de las naciones.

    El afán de poder nos ha triturado las entretelas, hasta el extremo de que, en muchas ocasiones, nos cuesta aguantarnos el posesivo “yo” y salir con espíritu donante a compartir sueños. Al fin y al cabo estamos llamados a salvar vidas, como la nuestra lo ha sido, y personalmente he visto a multitud de personas muy, pero muy angustiadas.

    Justamente, son muchos los refugiados que tienen sensación de desesperanza. Por eso, se impone como un deber colectivo respetar este derecho universal: el de vivir y dejar vivir a las gentes. Pretender imponer a otros con la supremacía y el fanatismo opresor, modos y maneras de transitar por la tierra (una tierra que es de todos y de nadie en particular), significa violar la dignidad del ser humano y, en suma, ultrajar el propio espíritu celeste.

    A pesar de este aluvión de desolaciones que recibe la sociedad, se agrava la situación aún más, por la grave crisis financiera que enfrenta la agencia para los refugiados, empeorada por la reducción de los fondos que destina Estados Unidos, que ha obligado al cierre inmediato de programas más que esenciales de asistencia en todo el planeta.

    Por desgracia, con demasiada frecuencia los migrantes son ignorados. Sin embargo, no hay un muro lo suficientemente grande que nos impida ver situaciones injustas que suceden con frecuencia; nos hemos globalizado y todo está al alcance de nuestra mano, ahora nos falta poner nuestra propia pulsación de poeta en guardia.

    Recortar fondos para los más necesitados no es algo de lo que se pueda gloriarse nadie, más bien nos exhorta a ponernos en movimiento, para intensificar los quehaceres hacia esas gentes abandonadas, y alentar a todos a trabajar por una humanidad realmente libre y solidaria. Sólo, así, se podrá legar un futuro más sereno y más seguro a las generaciones venideras. Nos toca, pues, arrimar el hombro para favorecer la búsqueda de un auténtico desarrollo humano integral e integrador de vidas.

    VÍCTOR CÓRDOBA HERRERO /Jaén

    Cartas de los Lectores