Vivir no es sólo coexistir, sino hallarse y desarmarse

    30 oct 2025 / 08:22 H.
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    La vida nos ha sido donada para vivirla como un deber, no para atormentarla; esto nos exige que trabajemos el reencuentro con nosotros mismos junto a los demás, para sanamente celebrar los místicos sueños, que nacen de tener una actitud humana hacia nuestros análogos, despojados de vicios y vacíos mundanos. Ojalá aprendamos a reprendernos con espíritu creativo, haciendo autocrítica y no con modelos de vida ilusorios, donde no hay espacio para pensar, lo que contribuye en gran medida a un uso distorsionado de medios en sí potencialmente buenos, como las redes sociales, pero enfermizos, cuando se convierten en vehículo de mensajes engañosos. Precisamente, por eso es vital la escucha interior, porque precisamos redescubrirnos y ver lo que anida en el corazón de cada caminante. Conos incoherente. Indudablemente, en cada uno de nosotros radica el manantial de la vida, que es corto y debemos apresurarnos a gozar de él, aunque nos produzca cansancio; pero siempre será muy gratificante el esfuerzo, ya que tras la caída, siempre surge un nuevo aliento para levantarnos.

    Bajo este aprendizaje viviente, hasta conseguir la cátedra de la vida, habrá lágrimas, pero también sonrisas. Es fundamental, por tanto, compartir lecciones aprendidas, que son oportunidades para sobrevivir. Ahora toca desarmarse y armarse de paciencia, para lograr un mundo más justo y libre, asegurando la innovación y el uso responsable de los avances en la ciencia y en la tecnología, manteniendo el control humano sobre los aparatos y la inteligencia artificial, poniendo más corazón en los lenguajes.

    Vivimos mientras nos renovamos, poniendo amor y no artilugios, con la honestidad como desvelo y la entrega como afán; pues tampoco, se concibe un desarrollo sin responsabilidad, valores y conciencia. En el fondo, uno ama, porque antes se quiere asimismo. Lo mismo ocurre a la hora de afrontar los desafíos, se requiere una revitalización de la pasión anímica. De lo contrario, todo se desmorona en un aluvión de inhumanidades, que nos impiden ir hacia adelante, porque tan solo una existencia donada merece ser vivida. Desde luego, en ese desvivirse por vivir, cultivar la belleza es alentador, pero no con modelos estéticos efímeros y masificadores, más ligados a criterios hedonistas, comerciales y publicitarios, que al desarrollo integral de las personas.

    El conocimiento de lo que nos embellece es el verdadero horizonte de la verdad y de la bondad, el primer peldaño o estado moral, para la comprensión de las cosas que son buenas. No olvidemos que somos criaturas frágiles y que los errores van con nosotros; de ahí, lo importante que es resurgir, pasar página, levantarse y ponerse en pie, para colmarnos de esperanza, que es lo que asegura nuestro angelical coraje. Lo admirable es que la ciudadanía, toda en su conjunto y cada cual desde su quehacer cotidiano, continúe luchando y creando hermosura en medio de un mundo sanguinario y rencoroso. La perspectiva de lo bello con su visión inmaculada, no sólo nos emociona, también nos eleva la mente a nobles aspiraciones. ¡En lugar de armas, activemos poesía en el alma!; ganaremos quietud.

    La tarea no es fácil, pero tampoco imposible. Hay que acercar posiciones a golpe de bajarse y de desprenderse de lo mundano, para llegar al florecimiento de la virtud, engalanada de evidencia. Reconstruyámonos, entonces, desde la escucha generosa y el diálogo. Estoy seguro que se aminorarán las tensiones y los peligros intensificados con los artefactos. A propósito, nos alegra que las Naciones Unidas no cesen de celebrar todos los esfuerzos y la gran participación de una serie de agentes que contribuyen a un mañana más seguro y pacífico a través de actividades de desarme, control de armamentos y no proliferación.

    Sumarse a este honesto brindis humanitario, con el don del idílico talento y con hogareño talante, es una armónica sintonía de unión y unidad, que nos realza como Humanidad.

    VÍCTOR CORCOBA HERRERO / Jaén

    La mente humana

    Una de las características principales de la especie humana es su mente. Gracias a ella, ante la adversidad, hemos sido capaces de crear herramientas de piedra, arcos, flechas y lanzas, siempre en aras de la supervivencia. A lo largo de la historia, las creaciones e innovaciones se han sucedido con distinta velocidad, pero siempre con el propósito de alcanzar un mayor bienestar y confort. El mejor ejemplo lo encontramos en la longevidad actual de la humanidad, la mayor de todo nuestro recorrido a lo largo de los siglos. Hoy, la inteligencia artificial, cuya irrupción ha sido de una velocidad hipersónica, ya está produciendo —y lo hará aún más— cambios profundos en la mayoría de las actividades humanas. Por otro lado, retos globales como el cambio climático pueden ser atenuados gracias a estas nuevas herramientas.

    Son oportunidades que nuestra mente puede materializar para conservar la especie humana y favorecer un mayor conocimiento y cuidado del entorno en el que habitamos. Las crisis son, en realidad, oportunidades para evolucionar hacia nuevas formas de convivencia. El camino es algo más que tortuoso —lo estamos viviendo en tiempo real—, pero su meta apunta a un modelo de relaciones muy distinto al actual, del que, con todos nuestros errores, siempre hemos sabido aprender. La mente humana, la única capaz de imaginar, continuará guiándonos a todos hacia un mundo mejor.

    PEDRO MARÍN USÓN

    Cartas de los Lectores