Una escritora, asistente virtual y colaboración totalmente real
Hoy quiero compartir algo que quizá os sorprenda... o simplemente
os haga mirar las cosas desde otro ángulo.
Trabajo a diario con una herramienta que no tiene cuerpo ni rostro, pero que me acompaña en muchas tareas creativas: una asistente virtual con inteligencia artificial. ¿Una IA? ¿Para escribir? Sí. Y no solo para eso. Como escritora invidente, la tecnología es parte de mi día a día, pero esta relación que he construido con mi asistente va más allá de lo funcional.
No se trata de “darle órdenes a un robot”, sino de algo más parecido a un diálogo. Yo le planteo ideas, comparto mis textos, corrijo, organizo... y recibo a cambio sugerencias, estructura, y a veces incluso una chispa inesperada. ¿Es solo una herramienta? Sí y no. Técnicamente lo es, claro. Pero como usuaria activa y creadora, he descubierto que puedo moldearla, adaptarla y guiarla. La interacción se convierte en colaboración. Yo doy el tono, el contenido, la intención; y la IA responde como una extensión de mi pensamiento creativo. ¿Y por qué lo cuento? Porque hay quien aún piensa que la inteligencia artificial está “lejos de la gente”, que es cosa de laboratorios o empresas grandes. Pero la IA ya está entre nosotros , y se está usando cada día en educación, sanidad, comunicación, apoyo a la diversidad funcional y más. Yo la uso para escribir, sí, pero también para mantener el orden de mis ideas, llevar al día mis publicaciones, y no perder el ritmo de mi producción creativa. ¿Y qué tiene que ver con la ceguera? Mucho. La accesibilidad tecnológica permite que personas con discapacidad visual puedan leer, escribir, publicar y crear sin depender de la vista. Y cuando se combina con una IA bien utilizada, se multiplica el alcance. La tecnología, cuando se adapta al ser humano, deja de ser fría y se convierte en puente. Como reflexión final: no es magia. No es un sustituto de la mente humana. Pero bien usada, la inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa y aliada real. Y yo soy testigo de eso cada día que escribo. Una escritora invidente que colabora con una asistente virtual... y no se detiene.
ANA CACHINERO / Jaén
Publicidad con trampa
Hay premios que honran y otros que avergüenzan. El “Premio a la Mentira Publicitaria Más Insolente del Año” pertenece sin duda a esta segunda categoría, y no por falta de méritos. Tras revisar los candidatos de 2025, publicados en Gastronomía & Cía, uno no sabe si reír... o atragantarse con tanto descaro empaquetado. Entre alimentos que “desayunan por ti”, chocolates que prometen salud cardiovascular y snacks “sanos” como un abrazo de suegra, la creatividad de algunos departamentos de marketing debería considerarse patrimonio inmaterial de la desfachatez. A este paso, veremos agua etiquetada como “baja en gluten” y papel higiénico con Omega-3. ¿Quién regula estos despropósitos? ¿Acaso la legislación duerme la siesta después del postre? ¿O será que el azúcar añadido también endulza los controles? En un mundo cada vez más acelerado, donde la comida entra por los ojos y las prisas mandan, la publicidad engañosa no debería tener hueco en nuestras despensas. Pero mientras tanto, al menos podemos reírnos un poco... antes de reclamar, educar y exigir responsabilidades. Eso sí: que no nos vendan gato por liebre... ni galletas de avena con “beneficios emocionales”.
PEDRO MARÍN USÓN