Sin examen, con poder
Para acceder a un empleo público en España —ya sea en sanidad, educación o administración— es necesario superar pruebas exigentes. Opositar es un proceso largo y competitivo, donde se valora la preparación, el mérito y la capacidad. Curiosamente, no ocurre lo mismo con quienes llegan a lo más alto del poder político. Para ser ministro no se exige experiencia, formación específica ni se somete a evaluación alguna. Basta con contar con la confianza del presidente del Gobierno. Esto genera una paradoja: quienes tienen en sus manos las decisiones más delicadas del país pueden carecer de la preparación que sí se exige a los técnicos que ejecutan esas decisiones.
Nuestro sistema electoral tampoco ayuda a corregir esto. Votamos listas cerradas, sin opción de elegir a personas concretas ni de saber quién ocupará qué cargo si su partido gana. Elegimos un presidente, pero no conocemos a su equipo, ni sus competencias futuras. ¿No es hora de actualizar este modelo? Después de casi medio siglo de democracia, quizá ha llegado el momento de plantear reformas profundas. No sólo para que los ciudadanos podamos elegir con más libertad, sino para que quienes nos gobiernan asuman más responsabilidad y demuestren preparación. No se trata de exigir un examen escrito a cada ministro, pero sí de pedir algo más que lealtad política. La democracia del siglo XXI necesita instituciones más abiertas, cargos más preparados, y votantes con más poder.
¿Estamos preparados para exigirlo? ¿O vamos a seguir con el “erre que erre” político?
PEDRO MARÍN USÓN
El hambre
El hambre extrema ha alcanzado un máximo histórico, millones de personas pasan hambre a diario y miles de seres humanos siguen muriendo cada día de hambre en el planeta. Son muertes tan anunciadas como evitables, pero seguimos mirando hacia otro lado argumentado que las soluciones son demasiado complejas. En Gaza más de 2 millones de personas están siendo exterminadas por un genocidio retransmitido en directo. El hambre está siendo una de las armas de guerra usada por el estado israelí. Decenas de niñas y niños están muriendo en los últimos días por la hambruna, y estos son datos de niñas y niños que llegan a morir a los hospitales, sin contar a los que se traga el olvido, que no llegan ni a ser un número más, en otra macabra lista de muertes. En este caso podemos seguir mirando hacía otro lado, pero no nos sirve la excusa de que la solución para evitar estas muertes por hambre es demasiado complicada, pues al otro lado de la frontera, en Egipto y Jordania, Naciones Unidas tiene el equivalente a 6.000 camiones de alimentos y suministros preparados para ser distribuidos a la población de Gaza. Parar el genocidio será más complejo, pero se pueden evitar, aunque sea de momento, estas muertes anunciadas.
DAMIÁN LÓPEZ LÓPEZ