Sentir opositor mayoritario en Andalucía

    16 jul 2025 / 08:58 H.
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    Aquí se recoge el sentir individual de una opositora al cuerpo de maestros, concretamente al de pedagogía terapéutica, que a su vez es el sentir de muchos. Algunos sindicatos ya se han hecho eco de esta situación conos incoherente, a la que ya en su momento en la mesa sectorial mostraron su oposición. Ahora es cuando llega el golpe de realidad. Ayer sufrí en mis propia piel el que fue uno de los peores momentos de mi vida. Un “compañero” de profesión, disfrazado de juez que persigue malos maestros, me señaló. Y me señaló́ de por vida. Te preparas a conciencia, dejas de viajar a casa a disfrutar del tiempo con los tuyos porque no quieres “perder el tiempo”, sientes que dejas a tu pareja a un lado, y además lo pagas todo con ella. Dejas de tener ilusión por tu día a día, porque la ansiedad y el estrés son tu nueva mochila. Intentas compaginar tu trabajo en el que, como especialista, te hacen compartir dos centros educativos y tener un censo de alumnos muy alto. La carga de trabajo te ocupa las tardes. Pero intentas llegar a todo. Intentas tener proyectos vitales, pero no te puedes permitir el lujo de perder el tiempo en otra cosa que no sea opositar. Y llega el día del examen escrito. Primer golpe de realidad: “Espero que mi intuición me falle, pero este tribunal —en concreto el presidente— es extraordinariamente exigente, no empatiza”. Pero seguiremos. “Me sale bola”. Cuatro horas y media escribiendo. Y llego a tiempo, entrego mi examen: la suerte está́echada.

    Pero el mismo día del examen se empieza a rumorear que puede que invaliden la prueba práctica: parece que hay irregularidades. ¡Qué́estrés! Otra vez como en el 2019 no, ¡por favor! Pero no. Parece que la consejería da el OK a todo. Seguimos, menos mal. Salen las notas. ¡Vamos! Hay que seguir. Ya llevaba unos días preparando el oral pero ahora con motivos. En una semana tendré́ el oral. Qué nervios, qué mal se pasa. Hay que valer para esto. Llega el día de la ultima prueba y los nervios no te dejan. Pero no por la prueba oral. Hoy es el tercer día de defensas y ya han invalidado a cuatro compañeras por fallos en su programación. ¿Me tocará a mi? Se acerca el presidente: después del “buenos días” llega el “tened en cuenta el rigor científico al escribir en la pizarra, cinco faltas y a la calle”, el “el examen empieza en cuanto entréis al aula, nada de dar tiempo para preparar los materiales, que he visto que algunas los traéis”, y el “es inadmisible presentar fallos en un documento escrito”. En ese momento, por su parte, me faltó un simple: tranquilidad chicas, al fin y al cabo, somos compañeros.

    Pero justo ahí fui señalada. Me señaló́delante de todas mis compañeras. Sentí la vergüenza más grande que pude haber sentido en toda mi vida: “Está invalidada, tienes errores ortográficos en tu propuesta”. Y sí. Me invalidó. Por un momento, donde no podía dejar de llorar y de gritar. Invalidó mi vocación y mi capacidad de creer que valía para esto. Invalidó́mi autoestima, mi valía, mi futuro. Se me pasó por la cabeza todo aquello que había tenido que dejar de hacer durante no sólo este año. Es que resulta que, como muchos otros compañeros, llevo dos años seguidos intentándolo. Estoy exhausta, fatigada. Mi situación mental es penosa. Se había leído mi propuesta como el que busca a Wally en un libro de Martin Handford a la caza de un chico con camiseta de rayas —¿“rayas” o “rallas”?: lo busco en Google, que siempre tengo la misma duda. Está bien escrito y sigo—. Que sí, que hay errores. Pero soy humana. Intento llegar a todo pero, lo admito, hay veces que no puedo. Me falló la capacidad de supervisión en mitad de todo el debacle de cosas que tenía que enfrentar. ¡Soy incompetente en ello! Entonces: ¿soy incompetente como docente? Ahora me toca seguir. Seguir luchando por mi. Salir de este hoyo profundo en el que estoy metida. Y esperar que algo mejor llegue a mi vida. Pido perdón por si he cometido faltas de ortografía escribiendo mi reflexión —hasta los mejores escritores las cometen—. Ante todo, soy humana.

    MARÍA DEL ROCÍO PUÑAL JIMÉNEZ / Jaén

    Pecunia non olet

    El dinero es uno de los dioses más adorados y para conseguirlo, mantenerlo y acrecentarlo, el ser hu-mano es capaz de ejecutar las mayores vilezas. Viene a mi memoria una anécdota: El emperador romano Vespasiano, necesitado de reponer las exhaustas arcas públicas, implementó un impuesto, ahora lo llaman armonización, por el uso de las letrinas debido a que la orina se utilizaba para fines lucrativos; su hijo se mostró muy indignado por la decisión de su padre y lo cubrió de reproches y denuestos. El emperador, le mostró unas monedas ingresadas gracias a dicho gravamen preguntándole si le desagradaba su olor; Tito respondió negativamente y su padre le replicó con un comentario que se resume: “Pecunia non olet” —el dinero no huele—. Esta expresión latina hace énfasis en que el valor del dinero no se ve afectado por su origen: cómo se consiguió, qué ignominias se perpetraron para su obtención. El dinero que entra al bolsillo de forma abyecta, ilícita, cumple sus fines; nuestra membrana pituitaria no detecta nada, pero sí, se supone, nuestra conciencia. La riqueza, por ejemplo, gracias a regentar casas de lenocinio, de masajes sui géneris, atenta a la ética, al decoro e hiede; no existe ambientador que elimine el tufo y la fetidez.

    FRANCISCO JAVIER SAÉNZ MARTÍNEZ

    Promesas verdes, acción gris

    Los últimos titulares no dejan lugar a dudas: el cambio climático ya no es una amenaza futura, sino una realidad presente. Las alertas rojas por calor extremo se multiplican en Europa —desde Italia hasta los Balcanes—, mientras incendios como el de Lleida dejan muerte, devastación y miles de hectáreas calcinadas. Todo esto ocurre en medio de olas de calor que se repiten con una frecuencia que ya no sorprende, pero debería alarmar. Según la ONU, mientras el hemisferio norte se abrasa, el sur sufre tormentas, inundaciones o frío extremo; en particular, Argentina y Chile. Este contraste revela una inestabilidad climática global que rompe los patrones históricos. Lo que antes era excepcional, hoy es habitual: la crisis climática se ha convertido en rutina. Europa —y el resto del planeta— debe despertar del letargo político y actuar con coherencia. No bastan declaraciones ni pactos lejanos. Necesitamos una transición energética real, justicia climática para las generaciones futuras y una legislación que priorice la adaptación y la resiliencia de los territorios. El calentamiento global no es una ideología: es una evidencia científica, humanitaria y económica. Negarlo o aplazarlo ya no es una opción. La “nueva normalidad” no puede ser vivir entre alertas, evacuaciones y récords climáticos cada verano e invierno. Es hora de tomarnos el futuro en serio. El “bla, bla, bla” ya deja consecuencias dramáticas en la vida de millones de personas.

    PEDRO MARÍN USÓN

    Cartas de los Lectores