La odisea de la gota (parte 2)

    18 jul 2025 / 09:16 H.
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    La gotita siguió viajando más y más... ¡hasta el infinito! Traspasó la barrera del papel blanco y viajó a través del tiempo. En su camino se encontró con paisajes extraños y desconocidos, figuras raras de diferentes tamaños y colores, formas humanoides, estrellas y grandes y luminosas... pero lo que la gota no contaba, ni nadie le explicó, era que también existían peligros con los que inevitablemente podía encontrarse. Tras mucho peregrinar, el punto, o sea, la gota de tinta, llegó a un lugar inexplorado y misterioso. Era una gigantesca estrella que se apagaba en segundos. En ese instante, sintió que algo, como si fuese un imán poderoso, la sujetaba con fuerza y la empujaba hacia el abismo. ¡La estrella se apagó!

    La gota se sintió aterrada al ver que estaba siendo arrastrada hasta un pozo muy profundo. Pero, en ese momento, recordó todo lo que había aprendido en su viaje y resolvió hacer uso de su valentía creatividad para salir de esa situación. Con su habilidad para dibujar, la gotilla creó un paracaídas con su propia tinta y logró frenar su caída hacia el precipicio. Aterrizó en un planeta desconocido, habitado por seres extraños y fascinantes.

    Allí descubrió que su viaje no había terminado: aún quedaba mucho por explorar en el infinito Universo. La gota de tinta se convirtió en una exploradora del Cosmos, descubriendo nuevos mundos y creando maravillosas obras de arte en cada uno de ellos. Su viaje hacia el infinito nunca terminó. Lo más importante fue que jamás perdió su valentía ni su creatividad para enfrentar los peligros que se le presentaron en su camino. ¿Qué os ha parecido el viaje de la gota? ¿Qué mundos imagináis que explorará después?

    ANA CACHINERO / Jaén

    La confianza en el ser humano y la fuerza colectiva transformadora

    La esperanza es lo último que debe perderse. Tanto es así, que no hay concordia sin anhelo, como tampoco impulso sin familiaridad; y, aún menos, futuro sin creer en uno mismo. Hay que ilusionarse para poder cerrar brechas, promover el avance y elevar el espíritu creativo. Sin duda, nos merecemos otras situaciones y otros entornos, que reduzcan la polarización y refuerce el sentido de pertenencia armónica. Esto debe generar una concienciación global inclusiva, de respeto hacia todo, con la escucha permanente y el sincero abrazo; para llevar a buen término actividades comunitarias conciliadoras, que nos aviven el deseo de renovarnos, no sobre la desesperanza o la división, sino sobre nuestra humanidad compartida y la firme creencia en un mañana sin contiendas. La población tiene que dejar de herirse, de chismorrear, haciéndolo con valentía y tesón. El porvenir es nuestro, no hay que tenerle miedo. Será bueno extender pulsos y latidos, activar entre los jóvenes el anhelo de procrear y de crear otras atmósferas más fecundas. Factores económicos como el acceso a la vivienda, el costo del cuidado infantil o la inestabilidad laboral son limitaciones a la hora de decidir el número de descendientes que pueden tener las familias. El momento no es fácil, nunca lo ha sido. Ahora creo que debemos priorizar las necesidades y las opiniones de los jóvenes, pero también hay que dejarse asesorar por nuestros mayores; su cátedra viviente está ahí, para ponernos alas y reponernos de tantas inhumanidades vertidas por nosotros mismos.

    Será bueno, regresar a la autenticidad del ser que somos, adentrarnos en nuestros valores, para activar otras moradas más seguras y tranquilas. No hay que desfallecer en los intentos de cambio, entonces el desierto será un vergel y el jardín volverá a ser ese poema que nos trasciende e ilumina. Hemos de repoblarnos, sin duda, de fortaleza. Las personas están perdiendo la capacidad de tomar sus propias decisiones; y, esto es grave, se trata de una crisis de libertad. No olvidemos que, nuestra vida personal, tiene más valor que cualquier hazaña posesiva o de poder. Son las propias relaciones activadas de corazón a corazón, como servicio humanitario, las que realmente nos hacen despertar y tomar el camino del entusiasmo, hacia otros horizontes más níveos y mensos usureros.

    Lo sustancial es despojarse de mundo, situar a la persona humana en su integridad inviolable, en el centro de la exploración de la evidencia, con el único símbolo de hermanamiento que conozco, el de la bondad; ya que, tan solo buscando el bien de nuestros análogos, encontramos el nuestro. Un simple acto de clemencia es, por sí mismo, un acto de felicidad. ¡Practiquémoslo! Lo mismo sucede con la tecnología, ha de servir a todas las gentes y al planeta. Lo esencial es darle un cauce seguro, responsable y que no deje a nadie atrás. Indudablemente, cada pequeño gesto cuenta, al menos para que predomine el sentido de ser familia, de compartir las alegrías y las tristezas existenciales, junto con los valores humanos y los principios que los animan.

    En consecuencia, uno debe estar abierto a todas las preguntas, esto nos ayuda a conocernos y a reconocernos en nuestro diario vivencial; sin obviar que el entendimiento intergeneracional es crucial, al menos para generar franqueza y fortalecer la solidaridad y la equidad. Únicamente aquellas soluciones compartidas, sustentadas en los derechos humanos, repararán las heridas. En efecto, todos nos necesitamos en esta época de cambios radicales. Demos prioridad, pues, a estos modelos de actuación hogareña, sin perder nunca la paciencia, incluso cuando nos sintamos deshabitados y caídos, porque levantar la cabeza para recobrar nuestra dignidad es algo natural, que contrarresta toda adversidad. Nos salva la expectativa de no desesperarse. ¡Hagámoslo!

    VÍCTOR CORCOBA HERRERO / Jaén

    Movilidad que contamina

    El ser humano ha encontrado en la innovación tecnológica una de las expresiones más visibles de su progreso. En su momento, la sustitución del caballo por el motor fue vista como avance. Lo que pocos imaginaron entonces fue que ese cambio marcaría el inicio de un fenómeno global: el turismo masivo. Gracias a los vehículos, trenes, aviones y barcos, millones de personas comenzaron a desplazarse a lo largo y ancho del planeta. Esta movilidad transformó a la sociedad, aunque sus efectos a largo plazo no eran previsibles en ese momento. Hoy, ese movimiento global de personas está contribuyendo a una crisis climática que ya no se puede ignorar. Las olas de calor extremo, inundaciones como la de Texas —donde un río subió ocho metros en 45 minutos—, y las recientes heladas severas en Chile y Argentina son señales alarmantes. Cada año se registra un nuevo récord de aumento en la temperatura media global. La IA asoma como la próxima gran revolución. ¿Será capaz de ofrecernos un modo de vida más sostenible, o provocará nuevas transformaciones cuyas consecuencias tampoco podemos anticipar? Lo que sí es evidente es que la IA no deja a nadie indiferente. Estamos comenzando a vislumbrar una pequeña parte del mundo que está por venir.

    PEDRO MARÍN USÓN

    Cartas de los Lectores