Jaén, una tierra única

    09 dic 2025 / 08:29 H.
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    La provincia de Jaén es una tierra que nos convierte en un lugar único. Albergamos el mayor bosque humanizado del planeta, con casi setenta millones de olivos, lo que nos convierte en uno de los productores más importantes del oro líquido a nivel mundial. Custodiamos la mayor concentración de castillos, fortalezas, torres y vestigios de toda Europa. Nuestra capital acoge unos de los baños árabes más grandes de España y de los mejores conservados del viejo continente. Somos la única provincia con dos ciudades Patrimonio de la Humanidad declaradas en julio de 2003: Úbeda y Baeza. Con los cuatro Parques Naturales repartidos por el territorio jiennense, disfrutamos de la mayor superficie de espacios protegidos de España. Por este inmenso mar de olivos pasaron las culturas íbera, árabe y romana. Cabe destacar que la ciudad más antigua de nuestro país se encuentra en el yacimiento de Cástulo, en Linares, cuya historia se remonta a más de 6.000 años. Dicho esto, cabe añadir que el Museo Íbero, situado en Jaén capital, es el único espacio museístico del mundo dedicado en exclusiva a la cultura íbera. Por cierto, el próximo once de diciembre se cumplirán ocho años desde que el rey Felipe VI lo inaugurara en 2017. El inmueble, concebido como espacio expositivo y de investigación, cuenta con una superficie de 11.152 metros cuadrados y se alza en el solar de la antigua prisión provincial. ¡Jaén, mucho por descubrir!

    JUAN LIÉBANA / Jaén

    El coste social

    Se habla con frecuencia del coste económico, de los presupuestos y de si el déficit sube o baja. Mucho menos del coste social que soportan miles de ciudadanos. Ese coste no aparece en ningún cuadro macroeconómico, pero se percibe en cada hogar que llega con dificultad a fin de mes pese a trabajar; en quienes encadenan dos empleos para mantenerse a flote; o en quienes terminan viviendo en caravanas, habitaciones precarias o incluso en la calle ante la imposibilidad de pagar un alquiler. Mientras tanto, los programas públicos parecen limitarse al Ingreso Mínimo Vital, una ayuda necesaria pero insuficiente para afrontar los problemas de fondo: el acceso a la vivienda, la estabilidad laboral y la escalada del coste de la vida. No basta con asistir a quien ya ha caído; es imprescindible impedir que tantos sigan cayendo. Resulta difícil hablar de progreso cuando un empleo no garantiza dignidad o cuando se normaliza que cada vez más personas dependan de recursos de emergencia. La economía puede crecer, sí, pero si ese crecimiento no se traduce en seguridad vital, lo que aumenta es la brecha entre los datos y la vida real. Ese es el verdadero coste que estamos asumiendo: el de una sociedad que avanza en cifras, pero retrocede en bienestar. No sorprende, entonces, el aumento de los problemas de salud mental y de la soledad. Y, ante todo ello, la democracia y sus representantes parecen haber dado la espalda a quienes más lo necesitan. Es tiempo de Navidad. Es tiempo de reflexión.

    PEDRO MARÍN / ZARAGOZA

    Cartas de los Lectores