Hoy, once de mes
Hoy once de mes, escribo en honor de la Virgen de la Capilla, Patrona de Jaén y Alcaldesa Mayor de esta ciudad. Y escribo con especial devoción pues todos los once de cada mes recordamos la gracia que tuvo Jaén con el glorioso Descenso de la Virgen María, allá por el año 1430, para socorro y amparo de nuestros mayores. Este once de abril, día de mes de la Patrona de Jaén, la Santísima Virgen de la Capilla, coincide con la festividad del Viernes de Dolores, una antigua tradición cristiana que invita a conmemorar los dolores y sufrimientos de la Virgen María, en la antesala de la semana grande en la que el pueblo cristiano revive los sagrados misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se trata de un día especialmente conmovedor, que se celebra el viernes anterior al Domingo de Ramos. En muchos lugares se celebra este día con cariño, reverencia y cuidado, a través de Misas, procesiones, liturgias y vigilias. En esta fecha, los fieles que conservan esta devoción, se dirigen a la Madre de Dios bajo la advocación de la “Virgen de los Dolores” o “Dolorosa”, en profunda reflexión sobre el amor que une a una madre con su hijo, y cómo este amor se expande a cada uno de nosotros.
Desde los inicios de la Iglesia aparece la conciencia de que la Virgen no quedó eximida del dolor por el hijo enjuiciado, lastimado y asesinado sin culpa alguna. Durante siglos los católicos han profundizado en los dolores que experimentó la Virgen a lo largo de su vida y de manera especial, en los momentos vividos en las proximidades al sacrificio de su Hijo. Hay quien quiere ver el fundamento de este Viernes de Dolores en el Evangelio de San Lucas (2, 34-35) cuando el anciano Simeón, al llevar la Virgen y San José a su Hijo al templo de Jerusalén, le profetizó a María “Mira, este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres”.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que la festividad de Nuestra Señora de los Dolores no está instituida por la Iglesia en el calendario litúrgico para este día viernes previo a la Semana Santa, sino que la festividad de Nuestra Señora de los Dolores está instituida oficialmente el 15 de septiembre, el día posterior de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. No obstante, la conmemoración de los Dolores de la Virgen unidos a los de su Hijo se viene celebrando desde tiempo inmemorial, por la piedad y el fervor popular del pueblo cristiano, el viernes anterior al Domingo de Ramos, conocido, de hecho, como Viernes de Dolores. Como señaló el Papa Francisco en su homilía del 3 de abril de 2020, realizada en la Capilla de la Casa Santa Marta en el Vaticano: “Este Viernes de Pasión, la Iglesia recuerda los dolores de María, Nuestra Señora de los Dolores. Una veneración del pueblo de Dios que tiene siglos de historia. Se han escrito himnos en honor a Nuestra Señora de los Dolores: estaba al pie de la cruz y la contemplan allí, sufriendo. La piedad cristiana ha recogido los dolores de la Virgen y habla de los siete dolores. El primero, sólo 40 días después del nacimiento de Jesús, la profecía de Simeón que habla de una espada que traspasará su corazón (cf. Lc 2,35). El segundo dolor se refiere a la huida a Egipto para salvar la vida de su hijo (cf. Mt 2,13-23). El tercer dolor, esos tres días de angustia cuando el niño se quedó en el templo (cf. Lc 2,41-50). El cuarto dolor, cuando Nuestra Señora se encuentra con Jesús en el camino al Calvario (cf. Jn 19,25). El quinto dolor de Nuestra Señora es la muerte de Jesús, ver al Hijo allí, crucificado, desnudo, muriendo. El sexto dolor, el descenso de Jesús de la cruz, muerto, y lo toma en sus manos como lo había tomado en sus manos más de treinta años antes en Belén. El séptimo dolor es el entierro de Jesús. Y así, la piedad cristiana sigue este camino de Nuestra Señora que acompaña a Jesús”.
Felicitemos pues este viernes a las Dolores, Lolas, Lolitas y Marilós, y les invitó a acudir esta tarde a la Basílica de San Ildefonso, Santuario de la Virgen de la Capilla, para orar ante la Imagen de la Patrona de Jaén, y para participar en la Fiesta Principal de Estatutos de la Cofradía de la Soledad, con sede en dicho templo, y posteriormente en el piadoso viacrucis, en el que, recorriendo las calles adyacentes al templo, tendremos la oportunidad de ver procesionar la talla de Nuestra Señora de la Piedad al pie del Monte Calvario. Una oportunidad extraordinaria de admirar en la calle la preciosa imagen de la Piedad, lo cual es absolutamente excepcional, en un fervoroso viacrucis que es de desear que fructifique en la Cofradía de la Soledad, y se consolide como acto devocional público de inicio de la Semana Santa de Jaén.
MIGUEL SÁNCHEZ-GASCA / Jaén
Ladrillo y canción
Desde mi celda, donde la monotonía del encierro se entrelaza con la sinfonía de la soledad, mis dedos tamborilean sobre los barrotes, arrancando de este lugar notas que se alzan en el silencio. Esta es mi casa, la casa de música. Está hecha de ladrillos y tierras musicales. Si se golpean las paredes con un martillo, dan todas las notas posibles. Sé que hay un DO sostenido en la pared donde está colocado el diván. La puerta, estupenda y átona, es electrónica: con sólo rozarla con los dedos se obtienen los sonidos de la nono-berio-maderna, capaces de hacer delirar. Pero no se trata sólo de una casa; hay todo un pueblo musical que tiene la casa-piano, la casa-xilofón, la casa-trombón. Un pueblo orquesta. Por la tarde, los habitantes, tocando sus casas, hacen entre todos un precioso concierto antes de irse a dormir. Y de noche, aquí estoy yo, el prisionero en mi celda, tocando los barrotes, soñando con mi libertad y la melodía que un día me llevará más allá de estas paredes sonoras. Soy el compositor de esta sinfonía de ladrillo y canción, en búsqueda constante de una fuga perfecta, aunque sólo sea en mi imaginación.
ANA CACHINERO / Jaén