Enrique y su mula

    08 oct 2025 / 08:29 H.
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    Cada vez quedamos menos de los nacidos en la primera mitad del siglo XX y son muchas las vivencias y anécdotas que se van y no vuelven. Pues bien, nos situamos en la plaza de San Agustín más o menos por los años cuarenta del pasado siglo. Un ciudadano llamado Enrique es acosado por la chiquillería con la siguiente cantinela: ¡Enrique, tu mula tiene sarna, mañana se te muere! Enrique con sus cántaras metálicas y sus medidas de medio litro, vende el aceite a granel que él mismo cosecha. Y lo vende casa por casa transportándolo en su inmaculada mula, a la que cuida como si fuera de su propia familia. Y el pobre, que debe de andar un poco tocado de la cabeza, cuando oye lo de la sarna, se sale de quicio y su lengua tampoco tiene freno. Los críos conocen su falta y allá que van, provocándolo, chinchándolo y esperando sus reacciones que aunque violentas, no dejan de ser cómicas y para ellos, más que divertidas.

    El reparto del aceite lo hace Enrique, de medio en medio litro, con el consabido chorreón, que no dejan de demandarle. Y estima en tanto su oro líquido, que no permite que se le derrame ni una sola gota. En el momento en que la chiquillería lo ve salir, con su mula enjaenzada, preparada para el reparto, enseguida y como si lo olieran, salen y lo siguen, con el susodicho canto... ¡Enrique tu mula tiene sarna, mañana se te muere! Y en esta ocasión como en todas las demás, llueven las piedras de un lado y de otro y una de ellas, va a dar de lleno en una de las cántaras que Enrique sostiene con ambas manos, mientras vierte el aceite en una medida también metálica, de la que se sirve para el reparto.

    La cántara cae al suelo, con el consiguiente derrame del aceite, que corre por entre las grietas de los adoquines que pavimentan el suelo de la plaza. De inmediato surgen vecinos con ollas, perolas, cucharas, cucharones y algunos con trozos de pan, que empapan en el aceite que corre por doquier, arrastrando tierra y suciedad sin límite. Un joven ciudadano, consciente de la injusticia que se está cometiendo con Enrique, corre tras de la mula que ya ha tirado el resto de las cántaras y a la vez, cocea sin parar. Una vez amansada la pobre bestia, sujeta por el ronzal, muy apaciblemente la acerca el joven a su dueño, que lejos de agradecerlo le asesta un golpe con la jarra que aún sostiene en sus manos y chorreando sangre lo llevan a la Casa de Socorro de la calle de Los Álamos. Allí por lo visto, se encuentran las milagrosas manos de Juanito el Practicante, el cual, logra hacerle una sutura de varios puntos, al mismo tiempo que le aconseja...: joven, de los escarmentados nacen los avisados. No vuelvas a meterte en causas que no tengan solución.

    BERNARDO RUIZ LÓPEZ / JAÉN

    Sindicatos y el plato de lentejas

    El papel de los sindicatos en las democracias es velar por los trabajadores. La labor que desempeñaron en nuestro país durante la transición política se convirtió en una herramienta imprescindible para que la democracia se instaurara en nuestro país. El movimiento sindical de los años setenta fue uno de los artífices de la apertura de la puerta al estado de derecho adquiriendo un protagonismo destacado en la sociedad española. Es muy posible que la Transición hubiera tomado un rumbo muy distinto sin el concurso de los sindicatos. Es probable que el éxito de la transformación de la sociedad que la llevaría a la consolidación de la democracia no hubiera resultado satisfactorio sin los sindicatos. Unos sindicatos que alcanzaron, durante la Transición y los primeros pasos de la democracia, su gran protagonismo cuando los líderes más destacados de CC OO y UGT, Nicolás Redondo Urbieta y Marcelino Camacho formaron parte de los representantes de la sociedad en el Congresos de los Diputados. Dos líderes sindicales que se caracterizaron por su enorme compromiso y responsabilidad para que el proyecto democrático llegara a completarse. Supieron situarse bajo el paraguas de la moderación además de ser un “muro de contención” hacia la deriva de los grupos anarquistas que se situaban en el lado de la ruptura política. Pero todo lo descrito es historia que deberían tomar buena nota los sindicalistas actuales. Unos sindicalistas que están siendo muy dañinos para el sindicalismo. UGT y CC OO han tomado un rumbo que nada tiene que ver con la defensa de los trabajadores. Ahora se encuentran de monaguillos del gobierno impulsando una movilización contra Israel. Es la verdad lamentable cómo la buena herencia que dejaron Redondo y Camacho se ha evaporado por un “deslavado plato de lentejas”. El pago que el gobierno de España hace a unos sindicatos que han traicionado su carta fundacional.

    FERNANDO CUESTA GARRIDO

    ¿Ganas ya de que el campeón caiga?

    El FC Barcelona está viviendo, sin duda, su peor momento en esta etapa de Hansi Flick como entrenador... Al menos desde aquel “shit november” en el que se descolgó de sus máximos rivales por el título, pero al final acabó logrando un histórico triplete nacional. Esta semana ha sido la peor del alemán como entrenador culé tras las dos derrotas ante el PSG y el Sevilla, sobre todo esta última más sangrante y por la imagen que ofreció el equipo. Hasta el punto de que Pedri calificó como “horrorosos” los primeros 45 minutos. Hay muchos lesionados, sí... Tras el parón pueden regresar Fermín, Lamine Yamal y Rapinha, pero este Barça necesita un toque de atención y serio si quiere volver a deslumbrar en Liga y Europa.

    FAUSTINO LASARTE GÁRATE

    Renacer en silencio

    Laura, una muchacha tímida, sensible e inteligente, aprendió a trabajar con empeño en un edificio de oficinas donde el tiempo parecía avanzar entre murmullos y secretos. Allí conoció a alguien que, con sonrisas y atenciones inesperadas, despertó en ella una ilusión que llevaba tiempo dormida. Creyó encontrar un refugio, una complicidad que la hacía sentir viva. Pero aquella relación, siempre a escondidas, mostró su verdadero rostro. Lo que parecía pasión se convirtió en cadenas: silencios que dolían, promesas incumplidas y la certeza de que no era un amor limpio, sino una sombra que la consumía poco a poco. Durante años soportó esa doble vida en silencio. En su interior convivían la esperanza de ser querida y la angustia de sentirse atrapada. Hasta que un día, cansada de lágrimas que nadie veía, comprendió que debía elegir: seguir en el abismo o recuperar su libertad. Con un valor que ni ella misma imaginaba, Laura dijo basta. Rompió con aquella obsesión y, paso a paso, comenzó a recuperar su vida. No fue fácil, pero cada día sin esa carga era un triunfo. Aprendió a valorarse y caminar con la frente en alto, libre de ataduras. Renacer en silencio fue su victoria más grande: la certeza de que nadie merece arrastrarnos hacia la oscuridad, y que siempre es posible elegir la luz.

    ANA CACHINERO / JAÉN

    Cartas de los Lectores