En 22 años, la Iglesia ha ganado 340 millones de fieles

    11 abr 2024 / 09:20 H.
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    Si hubiera un país llamado “crecimiento de católicos en el siglo XXI”, tendría más población que Estados Unidos, y sería el tercer mayor país del mundo, superado solo por India y China. En el año 2000, había 1.050 millones de católicos. En 2022, según acaba de publicar el Anuario Pontificio y L’Osservatore Romano, eran 1.390 millones. Así, en apenas 22 años, en lo que llevamos de siglo la Iglesia ha crecido en un tercio, o en 340 millones de fieles (Estados Unidos tiene 336 millones de habitantes). En concreto, de 2021 a 2022, la Iglesia ganó 14 millones de fieles: es el equivalente de un país como Guinea, o como Ruanda, o como Benín. Es como toda la población sumada de Cataluña y la Comunidad Valenciana. Y es el crecimiento de un solo año. Una cosa que crece en 15 millones más cada año Como media, en lo que llevamos de siglo, la Iglesia gana cada año 15 millones de fieles, independientemente de los escándalos clericales, pandemias, o de los éxitos o errores de papas y obispos. Creciendo en unos 15 millones de nuevos católicos al año, es como si anualmente la Iglesia recibiese el equivalente de población de un país entero como Chile o Holanda. La media daría un crecimiento de 42.000 católicos más cada día (el equivalente diario a ciudades como Vic, Soria o San Fernando de Henares). Por un lado, el Evangelio tiene su atractivo. Por otro, la demografía tiene su inercia. La inmensa mayoría de esos “nuevos católicos” del siglo XXI son niños, adolescentes y algunos veinteañeros nacidos en familias católicas pobres de África, Asia y América Latina. La Iglesia del siglo XXI tiene muchos retos y problemas, pero una empresa o movimiento que tiene un tercio más de adherentes que hace dos décadas no es una entidad moribunda.

    ANTONIO GAISSE FARIÑA / JAÉN

    Isabel Díaz Ayuso y manipulación

    Imagine usted que es el novio de la presidenta de la comunidad de Madrid en las actuales circunstancias, es decir, cuando todo el mundo sabe que ha reconocido por escrito su culpabilidad en un delito económico importante cometido durante la pandemia. Imagine usted también que es consciente de que vive en el año 2024 y sabe perfectamente que no necesita mantener ningún contacto “cara a cara” con nadie, y menos en un bar, si quiere usted hablar con alguien, incluyendo la entrega de documentos. ¿Asumiría usted del riesgo de reunirse, en una situación tan delicada, con alguien que jerárquicamente depende de su novia sin antes informarle a ella? Imagine ahora que usted es la presidenta de Madrid. ¿Cuántos días castigaría a su novio sin “meterlo en su cama” si se enterara por la prensa de que se ha reunido con alguien que depende de usted para mantener un encuentro tan arriesgado para su reputación, la de usted? Cuando los comportamientos no cuadran, por mucho que las informaciones y los debates giren únicamente sobre la tontería de si fue casual el encuentro del novio de Ayuso con el del PP, lo que toca es buscar respuestas lógicas. Y la que a mí me sirve es que el encuentro de su novio y el del Partido Popular es, sea cual sea el papel real que ella misma cumplió, una situación ante la que Isabel Díaz Ayuso ha decidido implicar al PP como organización política en algo que sólo le interesa a ella: la defensa del interés privado de ese particular con el que se “mete en la cama”, pues en este lío que se ha formado coincide con el suyo. Lo que nos falta por saber es si, por su parte, Ayuso contó con Feijóo para que esta implicación del partido que preside se produjera, o ahora mismo el gallego está que se sube por las paredes, pero tiene que hacer “de tripas corazón”.

    DOMINGO SANZ

    La soberbia, origen de la democracia

    ¿Qué es la soberbia? La rebelión contra Dios. Es la frase que más impresionó a mi amigo Plácido Ruiloba ya fallecido en las apariciones de Garabandal. Cuando en el año 1978 se promulgó la constitución actual, yo voté que no y advertí, aunque no soy profeta, que era un sistema para gente de “mal vivir”. Pues a la vista de la sociedad actual, sí que fue una profecía, y me quede corto. ¿Cómo podríamos calificar a los seguidores de este sistema, sin ánimo de ofender a nadie, de incautos, tontos útiles, ignorantes? Yo me inclino y creo que la causa era desconocer las consecuencias que de ella podrían producirse. Pues hablando claro y castellano, de un sistema que ni tan siquiera nombra a Dios, no se puede esperar frutos buenos. Satanás, que sí cree en Dios, como los que tenían que hablar fueron perros que no ladran, encontró las puertas abiertas de par en par. Ahora en la Iglesia Católica y en España y Europa, suenan las sirenas que anuncian la catástrofe de una guerra con señales evidentes de su proximidad. Pues sí, porque hablando de la Iglesia Católica, de España y de Europa, son irreconocibles. El pesimismo es para los que no creen en Dios y estos gobernantes que padecemos llamados “Sus señorías” van a ser los primeros eliminados acompañando a los cardenales, obispos y sacerdotes que van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas (Garabandal).

    JAIME FOMPEROSA APARICIO

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