El fantasma del Arco de San Lorenzo
Dos jóvenes amigos charlan y yo les oigo. Decido seguirles.
—Oye, me dijiste, que querías enseñarme el lugar en que murió Fernando IV El Emplazado. Aseguras que el fantasma no ha abandonado el lugar, pero yo no creo en los fantasmas, ni en apariciones.
—Sí, pero lo de los hermanos Carvajales fue un hecho histórico y Fernando IV, murió en las habitaciones del Arco de San Lorenzo. Solo se trata de ir y examinar el lugar a las 12 de la noche, solo eso. Le he pedido permiso a mis padres para llegar después de las doce. La gente habla de los sonidos del lugar y sabes, que, cuando el río suena, es que agua lleva.
—Bien, es la hora adecuada, vamos y nos desengañaremos.
Una vez en el Arco, se sientan en el primer escalón que da acceso a la misteriosa puerta interior del Arco, y allí, el joven incitador de la aventura, le cuenta al otro, la historia íntegra de los hermanos Carvajales, que, acusados injustamente, fueron lanzados desde la Peña de Martos prisioneros en una jaula metálica.
—Sí, me gusta que me cuentes la historia más que sabida de los hermanos, que por cierto, la he oído una y mil veces. De hecho, he estado en el lugar donde se estrelló la jaula. A ese lugar, le llaman en Martos, La Cruz del Lloro.
En esto y en el silencio del lugar, se oye un poco más arriba, el revolverse de una manta y de ella sale la gigantesca figura de un ser humano. Los jóvenes, se levantan alarmados y el contador de la historia, confundido por haber oído las campanas de la Merced, por las sombras y por creer a pies juntillas, todo cuanto le ha contado al amigo, no puede resistir, y grita fuera de sí.
—Majestad por favor... Yo solo soy un fiel súbdito, que ha venido hasta aquí para contarle a mi amigo lo que se cuenta de su Excelencia y ahora veo que es verdad. Acaban de sonar las campanas en la Merced. ¿No es así? Majestad, Su Majestad.
—Pero, ¿por qué me llamas Majestad?
—¿Acaso no sois Fernando IV El Emplazado?
—Pero, ¿a ti qué te pasa? Yo soy Pepe El Largo, ¿estás ciego? ¿No me conoces? Dame un duro y Santas Pascuas, mis tripas me piden un bocadillo.
—Toma, te doy una peseta, no tengo nada más.
—¿Y tu amigo no tiene nada?
—Toma un real de los de agujero, con eso y con la peseta, ya tendrás para un bocadillo de atún en Casa Brígido. ¡Que con tu pan te lo comas! ¡Menudo susto! ¡Que te aproveche!
Y de esta forma, ambos amigos regresaron a sus casas riendo a mandíbula batiente.
BERNARDO RUIZ LÓPEZ / JaéN
¿Narcotráfico o narcoterrorismo?
el poder de los cárteles mafiosos es descomunal; su capacidad para corromper voluntades, infiltrarse en los poderes de un estado lo convierten en un enemigo al que resulta muy difícil de doblegar. El emblema que mejor lo representaría es una hidra, que al igual que en la mitología griega, cada cabeza que se le cortaba, era sustituida por otras dos. Nuestras sociedades, hedonistas, han abrazado el consumo de drogas en busca de una paz interior ficticia, una alegría artificial que una vez la víctima ha llevado a cabo sus primeros escarceos, se convierte en un esclavo dócil, un pelele, un mequetrefe sin voluntad. Una lucha sin cuartel, empleando todas las herramientas por severas que resulten, debe ser llevada a cabo para erradicar esa plaga; no podemos permitirnos ser tibios ya que con los cárteles no se negocia, se les combate. Vemos a personas convertidas en muertos vivientes, genuinas piltrafas que han perdido hasta el último ápice de dignidad. La droga es el quinto jinete del Apocalipsis, el compendio de los otros cuatro: Una metástasis que todo lo corroe, una termita voraz, una aluminosis que degrada y destruye las sociedades. Traficar con drogas es terrorismo puro y duro. Mano dura sin complejos ni vacilaciones, hasta sus últimas consecuencias, es la única respuesta para erradicarla. El pueblo soberano así lo exige.
FRANCISCO JAVIER SÁENZ MARTÍNEZ / LASARTE-ORIA
La fe hace milagros
Haz lo que hago, no lo que digo” es un refrán de sentido común. Pero la fe hace milagros, como el “Dad a los pobres” de Jesús, que milenios después repite con descaro el “Vicario de Cristo” de turno en Roma, que hace mucho es el hombre, con mucho, más rico de la Tierra, hasta con un tercio del oro mundial. Claro que la Ilustración, hoy Internet, está consiguiendo que, de los 1.400.000 súbditos que presume mandar el Papa, Jesús no aprobaría ya ni la centésima parte.
JOSEFA ORTEGA OLIAR / MADRID
La religión y el tabaco matan
En Internet veo una Biblia en cuya portada hay una advertencia: “La religión ha matado muchas más personas que el cigarrillo”. He participado mucho en varias asociaciones antitabaco, incluso como presidente, pero ahora mismo vemos cómo los judíos eliminan a los palestinos porque lo manda su dios. No ha habido error más trágico en nuestra historia que identificar el feroz dios tribal judío con el mensaje de amor al prójimo de Jesús, a quien ya ellos mataron, como siguen haciendo, apoyados por un Donald Trump que evitó su condena a la cárcel y ganó en parte su presidencia a la Casa Blanca vendiendo Biblias..., con su firma.
MARTÍN SAGRERA CAPDEVILA / MADRID
Libertad, desigualdad y fragilidad
La Revolución Francesa proclamó libertad, igualdad y fraternidad, un ideal que todavía inspira, pero que la realidad actual demuestra lejano. Las brechas sociales y económicas siguen creciendo: mientras unos pocos concentran riqueza y poder, millones enfrentan precariedad laboral, salarios insuficientes y falta de acceso a educación y salud de calidad. Lejos de cerrar estas brechas, los modelos actuales reproducen desigualdad y fragilidad social. La libertad de la que se habla muchas veces resulta meramente teórica, porque millones carecen de poder adquisitivo para ejercerla plenamente; la igualdad sigue siendo una aspiración; la fraternidad, una ilusión. La revolución de hace más de dos siglos no logró los cambios estructurales que nuestra sociedad necesita hoy para garantizar justicia real. Hoy, la desigualdad no solo es económica: afecta oportunidades, derechos y seguridad. La fragilidad se expresa en crisis recurrentes, en hogares que no llegan a fin de mes y en un sentimiento generalizado de vulnerabilidad. Recordar los ideales revolucionarios no es nostalgia, sino un llamado urgente a repensar políticas y prioridades, para que la libertad sea auténtica, la igualdad tangible y la fragilidad social disminuya.
PEDRO MARÍN USÓN / ZARAGOZA