Día Internacional de las Bibliotecas
Este viernes se conmemora el Día Internacional de las Bibliotecas. Para este 2025 se ha escogido el eslogan “Contra la desinformación: Bibliotecas”. Nuestra provincia posee una extensa red de estos espacios dedicados a la lectura y al saber. Un año más, se ha concedido el Premio María Moliner para municipios de menos de 50.000 habitantes. La finalidad de dicho certamen no es otra que el fomento de la lectura entre la población. Como no podía ser de otra manera, seis bibliotecas municipales han sido galardonadas con este prestigioso premio que otorga el Ministerio de Cultura del Gobierno de España. Los aficionados a la lectura afortunados han sido los habitantes de Castillo de Locubín, Los Villares, Martos, Torredelcampo, Torreperogil y, cómo no, Valdepeñas de Jaén.
Por supuesto, no podemos olvidar que gran parte de ese trabajo diario, fruto de muchos años, viene de la mano de nuestros bibliotecarios, quienes, con su saber y conocimiento en la materia, nos aconsejan como lectores. Asimismo, una de las visitas obligadas que tenemos los amantes de la lectura y de este inmenso mar de olivos de color bronce viejo es la Biblioteca Literaria Giennense, en la capital del Santo Reino. Un inmueble que alberga más de 7.000 obras escritas por autores de la provincia. Por tal motivo, no dejen de visitarla.
JUAN LIÉBANA / JaéN
Lo sustancial es trabajar, con el ahora, en la dignidad humana
Lo que importa, no es encandilarse con el pasado ni con el futuro, sino con el presente e intentar mantener firme la confianza de que, si se vence la injusticia, la concordia será terreno fértil para que nazca el espíritu conforme, sustentado en el bien colectivo y en la bondad como lenguaje. De este modo, se acabará con un contexto de dignificación humana, que suele vociferarse mucho, pero hacerse poco. Sólo hay que adentrarse en el ambiente, y ver que, cada día, es más complicado lograr una mejora sostenida en el bienestar individual y otorgar beneficios a todos. Sea como fuere, cualquier ser humano tiene que tener siempre el nivel de dignidad por encima del temor, de manera que se pueda reducir significativamente el afán dominador que no sólo corrompe, también esclaviza. ¡Liberémonos!
Uno realmente tiene que sentirse digno de sí mismo, para que nuestras sociedades sean verdaderamente honestas, pacíficas, sanas y, en suma, auténticamente humanitarias. El ahora nos llama, pues, a que no persistan los privilegios indebidos o las diferencias extremas de riqueza; al menos, para que no fracase el desarrollo en su propósito esencial. A mi juicio, la comunidad internacional debe hacer frente al reto de la era actual de oportunidades sin precedentes que ofrecen la ciencia y los avances tecnológicos, de manera que puedan ser compartidos equitativamente por todas las naciones y, a su vez, puedan contribuir a la aceleración del desarrollo económico en todo el orbe planetario. ¡Socialicémonos!
Indudablemente, las tecnologías de la información y las comunicaciones son las que pueden aportar nuevas soluciones a los retos del ahora, especialmente en el contexto de la globalización, y pueden fomentar el crecimiento económico, la competitividad, el acceso y el conocimiento a la información, la erradicación de la pobreza y la inclusión social, lo que contribuirá a activar la integración de sus moradores, siempre que la brecha digital se subsane para no dejar a nadie en la exclusión. La realidad requiere de la sanación del aluvión de patologías sociales, que hacen una visión distorsionada de la persona, una mirada que, en multitud de ocasiones, ignora su natural decencia y su carácter relacional. ¡Fraternicémonos!
Bajo un ciego andar se fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva, transformando al mortal en un bien de compraventa y consumo. De ahí, la importancia de trabajar en el ahora a corazón abierto, en comunión y en comunidad, al menos para mejorar la condición existencial de todas las gentes, con la promesa viva de traspasar fronteras y de tender puentes. En este sentido, quiero felicitar a las Naciones Unidas y a sus pueblos, que llevan ochenta años trabajando juntos para forjar la paz, combatir la pobreza y el hambre, promover los derechos humanos, suscitando alianzas en un planeta, que es de todos y de nadie en particular. Jamás olvidemos, que todos tenemos, por nacer, los mismos derechos; además, de idénticas obligaciones. Toca, pues, mantenerse humano. ¡Humanicémonos!
En efecto, la deshumanización y la inhumanidad son manifiestas, dejándonos presos de intereses mundanos, en un letargo de frialdades y desconciertos totales. Ante este mezquino entorno, relegado hasta de sí mismo, porque a una criatura sólo le puede salvar otra, nos conviene mirarnos entre sí y reflexionar, cada cual consigo mismo, junto a los demás. Custodiar la vida sin amor es destruirnos. Este espíritu armónico, es el que nos lleva a reconocer la dignidad humana: fundamento de toda vida, coronada por la justicia, como signo de quietud y esperanza. Al parecer, y a juzgar por los hechos tan leoníferos que se producen y se reproducen por todos los rincones, esta honestidad humanística no estaba prevista en el plan de globalización. ¡Dignifiquémonos!
VÍCTOR CORCOBA HERRERO