¿Sagrarios o celdas de castigo?
nueva sesión de control al Gobierno y nueva charlotada del número uno en un debate vacío de contenido que aclare algo de nuestro presente y futuro. Tres horas de ridículo parlamento para no decir nada, ni de pistolas, ni de apagones ni de trenes. Un sórdido espectáculo, otro más, que Pedro Sánchez acumula en sus años de desgobierno, de egocentrismo y de mentiras. No cogió el guante que Feijóo le lanzó de salir a la calle juntos y testear a los españoles. Nadie lo quiere y volvería a huir como hiciera con el rey en Valencia. Es un fenómeno digno de estudio. Un muñeco al antojo de Puigdemont, capaz de reírse de 49 millones de personas sin inmutarse, rebajando condenas, liberando a maltratadores y concediendo, por 7 votos, los intereses de Junts y del fugado. Miriam Nogueras ha sido clara. Quiere un 25% de todo lo que el Gobierno proponga, y no les quepa duda que, rodilla en tierra, Sánchez se lo concederá con un único fin: preservar esa esquinita del Congreso al lado de Montero con derecho a dormir, no con ella, sino con la investigada Begoña Gómez en la Moncloa. Al igual que el nuevo Papa, León XIV, Pedro Sánchez tendría que encerrarse en la sala de las lágrimas, pero en este caso para pedir perdón y devolver todo el dinero que presuntamente se han llevado su mujer y su hermano para posteriormente dimitir y marcharse lejos. Por supuesto, de la mano de Marlaska, del matón de los trenes, del ministro olvidadizo, de la responsable de la ruina de Andalucía y de todos sus palmeros tragones. Creo, y cree España entera, que, por dignidad, vergüenza y hombría, si la tuviera, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, debería dimitir o señalar elecciones, porque ni Ilia Topuria lo saca de la Moncloa pese a contemplar a diario una gran fumata negra en su contra.
Ya tenemos Papa, León XIV. El Espíritu Santo lo ha elegido como el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica; si lo ha elegido le dará las gracias que necesite para llevar a cabo su misión. La desacralización de la divina eucaristía comenzó por desobediencia durante el papado de Pablo VI. He pasado y sigo pasando, cuando puedo, muchas horas adorando y acompañando al Señor que está solo y abandonado en muchos sagrarios. Y yo me pregunto: ¿Qué dirá su santísima madre viendo a su divino hijo solo y abandonado? ¿Y qué dirá cuando vea que su divino hijo se reparte entre los fieles como si fueran galletas? Su Santidad ya sabe que la vida de la Iglesia es la divina eucaristía. Hay que recuperar, y con urgencia, la adoración a la divina eucaristía que anda de mano en mano. Solo las manos consagradas pueden tocar lo sagrado. Todos los fieles y devotos de la Iglesia Católica rezamos cada jornada por su Santidad, con la certeza de que la segunda venida del Señor está próxima.