Almudena Grandes y la Sierra Sur de Jaén

    14 dic 2025 / 08:58 H.
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    El pasado 27 de noviembre se cumplió el cuarto aniversario del fallecimiento de una de las escritoras españolas más reconocidas y queridas dentro del mundo literario. Me refiero a Almudena Grandes, Hija Predilecta de Madrid y que, a la vez, da su nombre a la estación Madrid-Puerta de Atocha-Almudena Grandes.

    Las novelas de esta madrileña son obras imprescindibles que no pueden faltar en nuestras estanterías ni en la red de bibliotecas municipales de la provincia de Jaén. Uno de sus libros de obligada lectura es “El lector de Julio Verne”, una obra que recrea los movimientos guerrilleros del trienio 1947-1949 en la Sierra Sur de nuestro inmenso mar de olivos verdes. Por cierto, Almudena Grandes presentó en el año 2012 este magnífico libro en la flamante Fortaleza de la Mota, en Alcalá la Real.

    JUAN LIÉBANA / Jaén

    Una mujer valiente

    Sin duda, comulguemos, o no, como yo, con sus ideas políticas, hay que quitarse el sombrero ante María Corino Machado en su lucha contra la dictadura de un tan infame como y porque incapaz Maduro, que no hace honor ni a su apellido: “¿Maduro? ¡Podrido!” denunciaban hace pocos días las pancartas de una manifestación en su contra en Madrid. Tan podrido que hace años consiguió el récord mundial de emigrantes, ya casi ocho millones, en un pueblo que nunca dejaba su tierra.

    JOSEFA ORTEGA OLIAR / MADRID

    Cantando la verdad a Eurovisión

    el ganador de Eurovisión 2024, el suizo Nemo Metter, ha devuelto su trofeo, porque, dice, la ONU ha declarado que Israel ha cometido un genocidio, pero se le sigue permitiendo participar en una Eurovisión “que dice apoyar la unidad, la inclusión y la dignidad para todos”.

    MARTÍN SAGRERA / MADRID

    La salud se toma un descanso

    debe de ser fantástico ser paciente en este país. Ahora, además de esperar meses por una cita, tenemos el privilegio de no ser atendidos en absoluto. Gracias a la huelga de médicos, la salud pública ha alcanzado su máximo nivel de descanso: el de los propios profesionales. Al menos alguien se cura del estrés, aunque no seamos los enfermos. ¿Conseguirán satisfacer sus demandas? Y mientras tanto, vuelven las mascarillas, esos accesorios que ya forman parte del paisaje nacional. Antes eran símbolo de precaución, ahora lo son de resignación. Muchos las usan por miedo al virus; otros, por miedo a respirar el mismo aire que quienes toman decisiones sanitarias. Quizá deberían repartir mascarillas también a los políticos, pero no por higiene, sino para ver si así dejan de hablar. Si nuestros dirigentes dedicaran tanto empeño a curar como a posar, seguro que hasta los virus se rendían por aburrimiento. A este paso, la mejor receta será no enfermar nunca —ni física ni mentalmente—, porque el sistema parece tener alergia a los pacientes. Y lo peor es que la única medicina eficaz sigue siendo la ironía... y se dispensa sin receta. Atentamente, un ciudadano inmunizado a base de sarcasmo.

    PEDRO MARÍN USÓN / MADRID

    Cartas de los Lectores