Adiós agosto. Hola, vida
Pues sí. Aunque hay quien prefiere las vacaciones en septiembre, la realidad es que hoy, día 1, España abre sus puertas a lo cotidiano. Un mes inhábil que se marcha relajando las temperaturas que a su inicio nos abrasaban. Persianas arriba también en los juzgados que cambian hoteles y bañadores por togas y sentencias. Entramos en el último tercio del año señalando San Lucas y las Navidades como objetivos próximos e inminentes. Afrontamos 4 meses posvacacionales con las ganas de un año 2026 sin tantas incertidumbres políticas y personales que nos enturbien ese lento caminar hacia el bienestar que pocas veces conseguimos. Me temo que las estadísticas de accidentes y fallecidos no serán bajas y muchas personas dejarán su vida en el asfalto. Septiembre comienza al son de los despertadores y la vuelta al trabajo de una buena parte de la población. No podemos dejar de pensar en quienes nos faltarán el verano que viene. Por suerte nos rodean familiares de avanzada edad y ese pensamiento está a flor de piel por ley de vida. Ojalá tengamos una similar etapa estival el próximo verano y que todos podamos disfrutarla con nuestros seres queridos presentes. No olvidemos tampoco esa ilusión de los que acabamos de volver y ya pensamos en el próximo destino, quizá por algún lugar de España. Centenares de rincones por explorar sin tener que salir fuera. Tenemos playas, montañas y zonas de interior que nada envidian a lugares exóticos tan demandados por su nombre y singularidad latina. Es cierto que da pena despedir al mes octavo de nuestro calendario sin sentir nostalgia y a la vez optimismo de seguir en la lucha mirando al futuro. Decimos adiós al caluroso mes de agosto y saludamos al recién nacido septiembre con ganas de vivir. Hola, vida. Seguimos en la pelea.
RAFAEL ORDÓÑEZ MARTÍNEZ
Verano infernal
Ola de calor, incendios forestales descontrolados y emisiones récord. Tres fenómenos que coinciden este verano y que revelan algo más profundo: un deterioro ambiental acelerado con impactos directos sobre nuestras vidas. No se trata solo de temperaturas extremas que alcanzan los 45 °C en algunas zonas. Se trata de un sistema colapsando. Los incendios en Portugal y otras regiones del sur de Europa ya han movilizado a miles de bomberos. Las emisiones contaminantes de estos fuegos han batido récords históricos. Y las consecuencias económicas y sociales son incalculables: destrucción de cosechas, evacuaciones, tensión en los servicios públicos, restricciones al uso del agua o la energía. La convivencia se resiente. Los más vulnerables, como ancianos o personas sin acceso a refugios climáticos, sufren en silencio. Algunas capitales ni siquiera cuentan con espacios públicos adaptados. ¿Cómo protegernos si el entorno urbano no está pensado para sobrevivir a este tipo de crisis? Estamos normalizando lo anormal. Lo que antes era una excepción hoy es rutina. Si no se actúa con urgencia, no habrá sistema de salud, economía ni sociedad que lo resista. La emergencia climática ya no es una advertencia, es una realidad. Y está desbordando nuestras capacidades de respuesta.
PEDRO MARÍN USÓN