Visita a Granada

    15 nov 2025 / 08:33 H.
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    Es una gozada escribir de esta ciudad nazarí. Cojo mis bártulos ligeros y literarios, o sea, mi boli y mi libretilla imaginarios, para ir de visita a Granada, que fue mi madrina poética, en la que estuve trabajando un tiempo en frente de la Crista, donde están enterrados los Reyes Católicos y me dejó la huella imborrable de una ciudad que siempre llevo junto a mi alma. La Alhambra es un delicado y primoroso encaje de bolillos, que enamora al primer golpe de vista. No leer los cuentos de esta maravilla, y en su tiempo fortaleza roja, de Washington Irving, un escritor estadounidense, que hizo que me enamorara como un mozuelo de esta ciudad andaluza y visitada por medio mundo y parte del otro medio, es un pecado imperdonable. Este año le dedico mi tradicional villancico al Sacromonte de Granada, en donde vive la gitanería canastera y que dio la pista a Emilio Cebrián y al poeta Federico de Mendizábal, para componer su inmarchitable pasodoble “Churumbelerías”, una música pegadiza y cantable en todos los ruedos taurinos españoles, y todo ello en contra de esos botarates que están en contra de la fiesta de los toros. También me detendré en el famoso Albaicín, un barrio hecho por los moros de Baeza, al huir de estos lares, conquistados por Fernando III, el Santo.

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