Velintonia y “los besos”

27 jul 2025 / 08:41 H.
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Posiblemente el nombre “Velintonia” poco o nada signifique para juventudes dadas a las pantallas tiktokienses. Quizá sepan que fue una calle madrileña pero poco más. En realidad, fue y va a volver a ser “Una quimera. Un oasis de libertad. Un refugio en tiempos oscuros. La literatura del siglo XX silenciada por el abandono” Son las palabras de presentación de un documental, “Velintonia 3”, dedicado al que fue el hogar de nuestro Nobel Vicente Aleixandre. Entre sus paredes, con más de cuarenta años de olvido, flotan los inicios de la Generación del 27. Aquí se leyeron por primera vez los “Sonetos del amor oscuro” de Lorca, se escuchó a Miguel Hernández, Alberti o Neruda y floreció aquella “Academia de Brujas”, impulsada por Carmen Conde que fue la primera mujer académica de nuestra historia junto con el grupo de jóvenes poetas y escritores para los que fue un lugar de acogida y libertad durante en tiempos de represión. Ese templo, incomprensiblemente olvidado y desamparado va a volver a la vida con un nombre que aspira a retomar lo que siempre fue: la “Casa de la poesía”.

El alma de Velintonia 3 fue y sigue siendo Vicente Aleixandre. Su vida, como bien sabemos, estuvo marcada por su mala salud pero, sobre todo, y en eso coinciden sus estudiosos, por una irreprimible necesidad de amar.

Hace un tiempo cayó en mis manos una biografía de Aleixandre escrita por Emilio Calderón y su título es toda una declaración de intenciones: “La memoria de un hombre está en sus besos”. Aun con el libro entre las manos escribí unas notas que recupero: “La visión onírica que Aleixandre imprimía a su verso nos deja, frente a frente, con el húmedo estremecimiento del beso que recorre la piel del lector, del autor y de todo aquel que se hace uno con la estrofa y se inmola en la rima olvidada”. Olvidar es morir, dijo Aleixandre. ¿Podemos olvidar un beso, un verso, un roce hecho soneto, un soplo de copla irredenta? No. Rotundamente no. A lo peor, imaginémoslo, hemos fracasado nosotros olvidando a nuestros poetas. Olvidando lo que pueden alimentarnos, saciarnos, elevarnos sobre la realidad circundante sin olvidar dónde colocamos huella y mirada. A este respecto suelo volver una y otra vez a Gil de Biedma. Su frase la he mencionado en muchas ocasiones: “Yo creí que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema”.

Pues Vicente Aleixandre nos dio otro empujoncito. No solo podemos querer ser poema, o poeta. También podemos ser beso. Gracias, maestro, por recordárnoslo. Aleixandre recorrió todas las “puertas” del amor, desde la alemana Eva Seifert a María Valls —Carmen de Granada— en sus tiempos de juventud sin olvidar a su amor de madurez, José Manuel García Briz. Fue su vida un mosaico complicado. Quizá algunas de sus obras nos dan alguna pista de su inquietud vital: “Pasión de la tierra”, “Espadas como labios” o “La destrucción o el amor”, por ejemplo. Gracias, finalmente a ese equipo que se ha preocupado por rescatar de la ruina Velintonia 3 así como a los que han puesto en pie la idea de contar lo que fue, lo que albergó, lo que aun brota de sus muros ajados y de su jardín con ese cedro tan literario. Recorren el documental no solo los recuerdos sino también un grupo de poetas contemporáneos que retoman ese círculo poético que Velintonia siempre significó para la Poesía escrita con mayúscula.

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