Un wokismo de 14 años

16 jul 2025 / 08:55 H.
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Impongamos la ley de no hacer nada que no sea digno ni propio de nuestra condición de gente que busca verdades útiles en su entorno. Soy dueño de mi tiempo y mi andar diario marca el transcurrir de ese tiempo y me siento otra persona que desea transmitirle a los giennenses que no pueden conformarse con lo que no existe, aunque la mirada se pierda tras la ilusión de ver cumplido un sueño que alguien ideó junto a lo que parecía la mueca de una promesa que nunca se hizo realidad. Dijo Voltaire que se necesita un concurso de circunstancias favorables durante mucho tiempo para que se forme una sociedad gobernada por las mismas ilusiones. Tal es el razonamiento que aplico a un tipo de suerte responsable de hechos históricos prácticamente irrecuperables. Me refiero a que la suerte no avanza con el concurso del pueblo sino a su pesar por muy difícil de entender que parezca. En Jaén los hechos se esconden de los jiennenses por el inmovilismo que arrastra un pasado que lastra los esfuerzos que se hacen por avanzar.

Sólo he encontrado ejemplos de errores inútiles que contrarrestan los proyectos que harían avanzar a la ciudad y uno de ellos es muy significativo porque casi cinco kilómetros de vía tienen dividida a la ciudad durante catorce años, y tengo razones para pensar que los ciudadanos tienen motivos para enfadarse, para perder los nervios por la tomadura de pelo que suponen las promesas incumplidas.

Este ejemplo de wokismo describe a la perfección la mala conciencia que despiertan las injusticias sociales, especialmente las relacionadas con un tranvía llamado deseo poco práctico porque todavía no se ha puesto en marcha por la falaz obligación de políticos que eligen si lo ponemos en marcha o reducimos al máximo sus opciones de verlo en funcionamiento. Ardua tarea es comprender la postura de quien no desea su puesta en marcha después del daño económico y medioambiental que ha causado en una ciudad que está harta de mirar las cosas según el color político que luzca la ciudad en un determinado momento; que está harta por estar desposeída de una voz propia que le dé sentido y cumplimiento a una identidad común que deje de estar a medio camino entre lo que desea y el misterio de lo impenetrable: como que haya siempre preguntas con respuestas acomodadas entre la indiferencia y el desasosiego.

Un político de dudosa catadura moral no puede estar siempre secundando consignas de la sinrazón con el objetivo de confundir o engañar a los ciudadanos. Deseo que el deseo no se convierta en un sueño y que la ciudad recupere el ritmo quebrado de su auténtico relato para que lo imposible sea posible y el progreso sea el valor que todo el mundo defienda para que los males endémicos desaparezcan, así como los sucesivos decaimientos anímicos de sus ciudadanos. Quienes hayan cometido los errores tendrán que expiar su culpa y no existe una mejor forma de hacerlo que actuando con rigor y una trascendencia histórica que influya de un modo decisivo en la consecución y mejora de todas aquellas condiciones estructurales y de bienestar social que no es sino el antídoto que avala el statu quo sostenible que necesitan todos los hombres y mujeres de esta sufridora ciudad.

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