Un libro para leer y mirar
Aquí, “Catedral de Jaén, mirada plástica, mirada cultural”, cuyo título ya advierte de su interés, pero también, y de igual modo, obliga a contemplarlo con atención en fechas en las que, en nombre de nuestra Catedral y del olivar, parecería caber todo. Temas, absolutamente emblemáticos para Jaén, pero también, y por lo mismo, espacios idóneos para ocultar mercancías estéticas un tanto averiadas sin crear sospechas. Ahora y aquí, pretendemos hablar de muy otra manera, en torno a saber leer y mirar en nuestra Catedral. Narrativa preferencial y, claro es, cuanto supone la vertiente de las imágenes que acompañan el texto medular de la obra. Formas y memoria que obedecen a modos de entender historia que ahorma construcción de tan magna obra, cuyo proceso decanta un todo pétreo alzado desde el aliento de un engarce contemplativo en dos vertientes: la que da cuenta de su condición humanista, y la que corresponde a las soluciones constructivas trazadas sobre plano. Ambas perceptibles en las páginas dedicadas a residenciar el elaborado texto que da entidad a la página de esta publicación sobre la Catedral. Santo y seña de un Jaén que ¿acaso? aún no alcanzamos a percibir cabalmente. Ciudad que, entre otros ejemplos, atesora tan singular monumento. Joyero, en fin, alzado para guardar la Santa Faz, pero también, espacio de vida y convivencia y, en consecuencia, cultura, en torno a la cual se desarrolla y se trenza gran parte de la nervadura y el caminar de lo jaenés. No, no hacemos apología de un libro más, deseamos informar de una publicación de garantizada solvencia, cuya apoyatura, sumamente pedagógica, la convierte en una pieza capital para estudiar y comprender el proceso de esta obra de soporte renacentista. Cofre cuyo estudio se afirma en estudios anteriores que, desde antiguo, se ocuparon de este monumento religioso asentado sobre mutaciones trazadas al compás del paisaje social de un tiempo que va del Renacimiento al Barroco, sin olvidar la controlada estética neoclásica, constituyen la densidad del clima que habita en esta sin par construcción de Jaén.
Cuna y acomodo de pensamiento que, según lo acaecido con Giovani Papini y su catedral, “El Duomo”, cambian conductas o, de modo opuesto, se convierten en singularísimos escenarios de un crimen. Lugar, casualidades aparte, en donde dieron muerte a Giuliano de Médici el 26 de abril de 1478 de manera muy cercana a como el Condestable Miguel Lucas de Iranzo dejó de existir cinco años antes, mientras oraba en la Catedral de Jaén. Esto es el día 22 de marzo de 1473. Correlato histórico que mora acompasado con el latir de las catedrales. Espacios de misterio y dudas, más lugares de pensamiento, de arte... Museos que conservan sonoridades de aquellos recuerdos construidos bajo el espíritu y la necesidad de completarse y completar un clima total en torno a la revelación de una idea que tanto atañe al mismísimo concepto de Occidente.
Templo este, de luz y rigor geométrico, cuya grandeza ignorábamos y, sin embargo, de diferente manera, ya desafiaba nuestra imaginación, apenas adolescente, con la esbeltez de la calculada altura de sus naves absolutamente atrayentes mediante el dibujado claroscuro de sus bordados. Sensaciones de naturaleza pétrea, deudoras de expertas manos de canteros. Voz de voces y abrigo de tantas obras que ahora se me acercan ejemplarmente estudiadas y remembradas merced a la incuestionable lectura y el rigor de este más que cuidado trabajo realizado por Ildefonso Zafra sobre 238 páginas de texto e ilustraciones: más de 180 fotografías realizadas por Arturo Aragón, 3 dibujos correspondientes al alzado del coro de Alfonso Martínez Ruiz, y 27 dibujos que, más que gozosamente, dan cuenta de aquellas observaciones que, desde el arte de saber mirar, encontraron cabal respuesta en las percepciones lineales de Luis Santiago. Todos ellos con dilatada experiencia en su especialidad, de cuya capacidad indagadora y pedagógica dan cuenta las citadas páginas escritas por Ildefonso Zafra a través de dos tiempos de lectura: uno, de alcance largo y panorámico; el segundo, sintético y a modo de asentamiento conceptual. Esto es, resumen de todo un vivir y observar en el templo según la percepción y la voz de un historiador. Así, también las instantáneas de Arturo Aragón. En cuanto hace a los 27 dibujos de Luis Santiago, conforman un conjunto de bloque estático animado por la intervención de algún color, bien que ajustado a la sonoridad y sobriedad del templo desde ese maridaje que, parafraseando a Vicente Aleixandre, “al dibujar abraza”. Tres modos de reflexionar con la Catedral de la Asunción, que no en la Catedral. Al cabo, sueño, realidad y hasta metáfora de un Jaén que, de algún modo, deja de ser medieval. Con todo y, además, libro de buen diseño impreso sobre papel clásico de 90 gramos de volumen, color natural, con portada de 250 gramos color natural y laminada en antirayante, cuya estampación se debe a la profesionalidad de los impresores que laboran en la Unidad de Diseño e Imprenta de la Diputación de Jaén.