Subidos a hombros de gigantes
En un mundo donde una “influencer” puede asegurar que leer no te hace más inteligente, conviene recodar algo elemental: un libro no solo abre puertas, también fabrica las llaves. Leer no garantiza la genialidad; pero, sin duda, no leer es la garantía más segura de permanecer en la cómoda llanura de la ignorancia. Umberto Eco decía que “Quien no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida: la suya. Quien lee habrá vivido 5000 años”. Y ahí está la diferencia: unos miden su mundo en “likes” y colaboraciones, otros en siglos, ideas y mundos que jamás hubieran soñado. Decía Newton que podemos ver más lejos subidos a hombros de gigantes, claro, que, para eso, primero hay que subir la escalera de un libro. Y sinceramente, entre escuchar a un gigante o a alguien que confunde inteligencia con número de seguidores, la elección parece sencilla. La lectura no es un pasatiempo elitista: es un gimnasio para la mente, un espejo que incomoda y una ventana que rescata. Despreciarla no es una opinión moderna, es repetir, con wi-fi y filtro de Instagram, la vieja arrogancia del que nunca se ha molestado en abrir un libro. Porque, al final, sin libros no hay brújula, ni memoria, ni imaginación. Leer es el acto más rebelde y apasionado que nos queda.