Sobre polarizaciones
Donde en la actualidad existen y se tienen tanto en cuenta, las polarizaciones político-sociales, cabe constatar que, históricamente, las mismas siempre existieron y por su causa se desencadenaron guerras terribles, catástrofes, episodios heroicos y ejemplos sublimes de abnegación y entrega hacia los más desfavorecidos. No fue fácil, en ocasiones, identificar la quijada de asno que manejo Caín y las sienes malheridas de Abel. Y ello porque los extremos participaban, al unísono, de todo lo honesto y de todo lo perverso ¿Acaso se entienden las hogueras de la Inquisición con el amor evangélico hacia el prójimo sobre cualquier otro mandamiento? En lo básico, la actualidad no es otra, aunque sí sea distinta la forma de exteriorizarse y ello en razón de esa pátina de cultura más digerible y de pronunciación más civilizada que sustituye la llama devoradora por la indigencia asesina a la que los poderosos arrojan a otros pueblos. No hablo de credos ni de disquisiciones teológicas, porque con todo el respeto hacia las cinco vías de Santo Tomás; a Dios no se le alcanza por la ciencia, sino por la fe. No es cuestión de silogismos, sino de recibir ese don, al que debe seguir la esperanza y la caridad. Sobre esta base, e incluso sobre cualquier otra, se me ocurre ofrecer dos perfiles antagónicos, de rabiosa actualidad, y de cómo identificar la polarización, de naciones y sociedades, en dos singularidades, Trump y el Papa. El primero, orgulloso plutócrata, altanero, inmoral, vengativo, delincuente, y lo que para mi resulta más indignante, despreciativo al más leve sentido de la compasión humana, absolutamente cruel, menospreciando en sus puertas a riadas de niños y de hambre. Se vale de un nuevo consejero —el hombre más rico del mundo— que, al parecer, almacena tanto volumen de riqueza como ridículo, exhibe en sus apariciones televisivas.
Y frente al señalado personaje, la muestra más sólida y ejemplar: el Papa Francisco. Valen los antónimos de los adjetivos atribuidos al presidente de Estados Unidos más putero de entre todos los dirigentes de aquel gran país. Nadie, como el Papa Francisco, ha sido más sensible al drama de la migración, tanto en Europa como en América, decretando instrucciones a sus obispos para que alivien, en la medida de lo posible, las deportaciones, la situación trágica de la migración. Nadie, con más energía, ha execrado la pederastia eclesiástica y ha ordenado que sean los Tribunales civiles quienes impongan las condenas. Todo ello sin que se haya producido correctivo alguno hacia la Teología de la Liberación. Cuando se escribe esta reflexión, graves enfermedades aquejan al Papa. ¡Ojalá el tiro virtual le afecte solo a la oreja del alma! Muchos desean deseamos su reincorporación. De nuevo Demófilo, padre de los Machados o Rodríguez Marín, me ofrece la letra flamenca que ilumina estas y otras polarizaciones: “A la puerta de un rico avariento/bajo Jesucristo y limosna pidió/y en lugar de darle limosna/los perros que había se los azuzó...” De nuevo, también perdón por las reiteraciones, pero mojo mis dedos en agua bendita y al menos me sean perdonados mis pecados veniales.