Sobre el poder municipal

05 may 2025 / 09:12 H.
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En las antípodas de esa denominada, con todo acierto, Psicopatología trumpista, se encuentra en nuestro entorno, lo que podría calificarse como poder municipal, entendiendo por tal la facultad de gobernar y gestionar los recursos escasos de la propia familia vecinal. Todo lo contrario de esa obsesión de otros de acaparar la atención mediática para, desde el silencio, explicitar soluciones a las exigencias más elementales de los vecinos. Siempre he pensado que, para operar en las altas responsabilidades de este país, resultaría casi obligado haber sido munícipe durante algún tiempo. Y ello en razón de que existen sentimientos, vivencias, cierto pulso social que sólo en el ámbito municipal pueden experimentarse: constatación de la penuria, de la riqueza, de la concreta necesidad de tus vecinos, sentido de la compasión y de la desigualdad y tantos otros que no se identifican en las siglas de un partido político, en el que, sea del color que sea, la imagen de políticos ilustrados se diluye ante el acierto próximo de ese alcalde cuya sagacidad aporta soluciones tan lucidas como necesarias. Esta sencilla realidad se alcanza sin obligaciones de leer “El Príncipe”, aunque en la actualidad sea noticia la reivindicación de Maquiavelo. Solo es preciso captar la realidad vecinal, la constatación cercana de la escasez o de la abundancia para realizar la atribución solidaria que, en cada caso, corresponda. En el trayecto de esta gestión, tal vez sea necesario que el munícipe incurra voluntariamente en cierto daltonismo político, circunstancia tal que, a la postre, redundará en beneficio de la opción política en que se milite. No se trata de abogar por una pusilánime neutralidad, sino que el mandato te exige completa objetividad. Solo en el marco de esta responsabilidad municipal, se pueden adquirir conocimientos que resultarán básicos para que, ¿en otros escenarios tenga sentido la legislación adecuada que precisan ciertas involuciones sociales que no por ser más inesperados resultan menos inquietantes. Me refiero al autoritarismo reclamado por un sector importante de la juventud de hoy. Resulta sorprendente para quienes fuimos jóvenes en la transición no tanto la deriva ultraconservadora que se percibe en Europa, cómo que, en gran medida ésta venga representada por la juventud. La trascendencia de la gestión de este poder municipal, se ha evidenciado en las pasadas contiendas electorales. Y aunque no fuese así, siempre será básico el conocimiento llano y directo de quien debe votar a veces siglas y el “buenismo” social que exhalan los programas electorales. Como, en otras ocasiones, me ilustra el viejo refranero “No es mal sastre, el que conoce el paño”. Ninguna fuente de conocimiento más solvente que la comunidad vecinal. Ojalá así lo entiendan alcaldes y concejales de este país.

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