Silencios asesinos

28 jul 2025 / 09:03 H.
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Se trata de un horrible espectáculo consentido por el más poderoso país de este mundo, y lo que resulta más ominoso, del que es autor el pueblo monoteísta que tiene por superior código el Decálogo y que se autonombra con el determinativo pueblo de Dios. Me pregunto si en el Antiguo Testamento se contiene el sentido de la compasión humana, como sí consta en el Nuevo Testamento donde el supremo mandamiento es el amor. El pueblo al que nos referimos tiene por patriarca a Abrahán. La sublimidad del patriarca de Ur, Abrahán, tiene momentos de casi absurda inhumanidad, como si su incondicionada fe en Dios endulzara en él toda sensibilidad y debilitara todos sus vínculos con la tierra. Así Abrahán renuncia por Dios a una patria, aventurándose a un viaje sin meta, no se ocupa de defender a su esposa Sara de las asechanzas de los reyes de los países que los acogen y, para obedecer a Dios, no vacila en subir al monte Moriah a ofrecer el sacrificio de su hijo. Es el suyo un heroísmo como de hombre alucinado, aunque en realidad obedece a una lógica irrefutable justificada por la convicción de que Dios es lo absoluto y el hombre la nada si se opone a Él. Resulta inconcebible que Dios, aunque sólo sea el del Antiguo Testamento, apruebe la inmisericorde matanza de más de sesenta mil palestinos. Tal vez, lo menos concebible sea la felonía de Estados y de políticos que asisten a un genocidio retransmitido, con una absoluta indiferencia. Tampoco se concibe la débil reacción interna del pueblo judío, que debiera oponerse a tan cruel exterminio, rememorando los trágicos episodios del siglo pasado que le tocó padecer. Aunque justificada la conmoción de la comunidad judía por el asesinato a dos empleados de la Embajada de Israel en Estados Unidos el pasado mes de mayo, entristece constatar que no hay análoga reacción ante sesenta mil palestinos exterminados. En todo caso, aun aceptando como ineludible el viejo Testamento, sólo una exegesis disparatada e ilógica del mismo, conduciría a la crueldad asesina que se está utilizando. Quiero decir que, acaso, Israel este ganando el pulso frente al terrorismo de Hamás, pero Israel tal y como ya se ha dicho, ha perdido el alma, al igual, que quienes o han actuado al menos levantando la voz contra el espanto a que están sometidos los gazaties, han incurrido en la deshonra. Y tendrán que cargar con esa responsabilidad. El grito de protesta por tanta infamia, no solo concierne a partidos y medios audiovisuales importantes, sino a la totalidad de cualquier ser humano desde el que puebla la gran ciudad hasta el que vive en la España o Europa deshabitada. La impudicia de los silencios, denunciados por Josep Borrell, al menos en lo que respecta a la Unión Europea, deben de ser un ejemplo. La mediación de Trump en el señalado conflicto adolece, como ocurre en la ciclotimia, de un estado de compromiso expreso en la altura, al olvido de quien predijo que en dos días arreglaría las guerras de este mundo. Vaya con Dios y sus aranceles. En cualquiera de los casos, el criterio explanado por la ONU respecto de que, para los palestinos, resulta abominable el sistema de reparto de ayuda en Gaza, la declaración de algunos Estados de la UE en favor de crear un estado palestino independiente carecen, al parecer, de toda virtualidad, singularmente el de Alemania, que no puede desprenderse de su culpable mala conciencia histórica atinente al asesinato en masa del pueblo judío... El tiempo permite significar el juicio adecuado por aquella terrible tragedia: fue un problema colectivo del pueblo alemán. Y en el mismo juicio colectivo incurrirán quienes hace caso omiso a silencios asesinos.

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