¡Señor Juez!

    11 ago 2022 / 16:00 H.
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    Mi hijo es bueno, señor Juez. Las circunstancias anularon su voluntad y lo acarrearon al mal. Él tenía hambre. Sí, tenía hambre. Muchos tenemos hambre. Hay hambre y no hay trabajo. Los empresarios liaron el petate y se marcharon. Y no vinieron otros a sustituirlos. Es verdad que no tiene oficio. Pudo ir con su padre a pescar cangrejos de río que consumen los restos putrefactos de los humanos hechos desaparecer sin dejar rastro. Pudo escarbar con sus tíos en la lefa asquerosa que arrojan los camiones municipales en los muladares; y pelear con las ratas y con los gusanos por un trozo de carne proteica en descomposición. ¡Yo! ¡Yo no lo dejé! ¿Sabe por qué? Porque quería que mi hijo estudiara. ¡Y ha estudiado! Tiene su diploma de cirujano vascular, con el escudo de la nación y la firma del ministro. Lo tenemos enmarcado en el testero preferente del comedor, que solo se usa cuando hay invitados de respeto. Claro, señor Juez. Lo comprendo. No estamos aquí para hablar de los títulos del reo, ni dónde come la familia. Por otra parte reconozco que, a la hora de la verdad, el niño no se atreve a pincharnos la insulina ni la heparina. Dice que él es cirujano, y que eso es cosa de subalternos.

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