Séneca
No recuerdo ahora quién dijo aquello de que la vida es lo único de lo que realmente dispone el ser humano, pues todo lo demás es supletorio o añadido a la vida y persistente cuando esta se acaba, o cuando acabamos con ella. Resulta curioso que durante mucho tiempo acabar con una vida fuera razón suficiente para acabar con otra, pero el ser humano, en su concepto erróneo de justicia, así lo establecía y lo establece todavía en lugares donde se suponía que el progreso intelectual hacía tiempo que había llegado, e incluso en lugares en los que mandan los dictados de religiosos que ya cumplieron más de mil años. Sócrates, Séneca y Rommel son tres ejemplos paradigmáticos de suicidio forzado, que no es otra cosa que acabar con la vida de sí mismo a cambio de conservar los bienes para los descendientes o bien el honor en el caso del nazi Rommel. En cualquier caso, quitarse la vida no es de cobardes como proclaman algunos no pensantes, sino una acción valiente, difícil de llevar a cabo y fácil de criticar. Porque vivir por el mero hecho de vivir, puede ser considerado hasta obsceno a ojos de quien vive con objetivos claros y sonrientes, pero quien vive a sabiendas, equivocadamente o no, que su vida hace más daño que bien, no parece ser una opción que ennoblezca al individuo en cuestión, de manera que si su decisión es cuidar de su gente está más que justificada la marcha. Adiós amigo.