Rabo de nube

11 may 2020 / 16:50 H.
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A los que se preocupan más por los culpables que por el daño les pediría que trataran de ponerse durante un segundo en el lugar del huérfano, de la persona sola que arrastra la imposibilidad de un adiós; seguro que son ellos los primeros que precisan saber qué ha pasado y alguna clase de reparación, pero también es fácil que ahora, en vez de improperios, acusaciones y mentiras, prefieran el consuelo de un pueblo unido en la lucha por sofocar el fuego y no en avivar las llamas. A los que se atrincheran en el otro bando, porque tampoco renuncian a entender esta historia así, con defensa y ataque —como cualquier otra historia—, lo mismo, que se coloquen en la piel del enfermo, del muerto o de los que le sobreviven; quizá les sirva para descubrir que no son mejores que sus adversarios, por más que se sacudan el ego de los hombros. A los políticos, protagonistas secundarios y, sin embargo, siempre en la maldita palestra arengando a sus feligreses, que aflojen, que no se comporten en esta ocasión como unos malditos bastardos capaces de vender a su madre por dos reales. A los que sufren la enfermedad, a los que la han sufrido y la han superado y, sobre todo, a los que no pudieron hacerlo, que nos perdonen.

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