Quizá no seamos tan pobres

    09 dic 2025 / 08:43 H.
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    Tiene los ojos de cristal, de agua. A pesar de su desaliño es guapo, muy guapo, pero sus grandes ojos grises son la viva imagen de la tristeza. Está llorando. Un pequeño trozo de pan completa la imagen. Esta está acompañada por una historia: el niño llora delante de una zapatería observando unos zapatos que necesita, pues va descalzo. Automáticamente asocio esta imagen a la de los niños que gritan como energúmenos en un programa de TV, mientras su madre grita más que ellos intentando que coman. Después entra en escena la educadora haciendo mangas y capirotes para que entren en razón. Quizá lo consiga, o puede que nos encontremos en un futuro con personajes que comenten que en el frigorífico “no hay nada”. Como decía Cicerón, el hambre es el mejor condimento. En el mundo mueren a día veintiséis mil niños menores de cinco años por falta de alimentos y de atención sanitaria. Esta es la verdadera pobreza. Estamos abriendo a cada momento la puerta de las quejas; mejor eduquemos en saber valorar lo que tenemos. ¿Invitamos al protagonista de la historia a vivir como muchos de los niños que conocemos? Seguro que sería más feliz. Se conformaría con mucho menos. Quizá no seamos tan pobres.

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