Que te he votado...

    07 mar 2024 / 09:12 H.
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    En estas fechas de votaciones casi siempre me viene el recuerdo de algo que me pasó hace décadas. Y como va de sonrisas y risotadas, aquí va una para pasar unos minutos de distensión. En los pueblos y pequeñas ciudades casi todo el mundo se conoce. En consecuencia es habitual pertenecer a cofradías, instituciones y sociedades, por aquello de colaborar. Muchas veces somos, exclusivamente, asociados de cuota. En aquella ocasión recibí una carta, que abrí a la ligera. Confieso que no la leí. Sí me fijé que en el último párrafo, en letra negrita, había una fecha, una hora, y un parrafito que decía que se nos invitaría a una copa y aperitivos. Dispuesto a desquitarme de mi aportación económica y pasar un ratico a gusto, acudí a la cita. Al llegar, me enteré que la reunión era para nombrar presidente. Una potente voz nos informó que nadie se había presentado como candidato y que se prorrogaba el plazo durante media hora, por si alguno se animaba. Pasó el tiempo y nada de nada. Entonces un iluminado lanzó una propuesta alternativa: se escribirían en la pizarra un total de cinco nombres, propuestos por los más expertos. Se preguntó al respetable si se estaba de acuerdo. Todos lo aceptamos.

    Tras un cuchicheo, la voz pidió silencio e informó de los elegidos. Se anotarían en el encerado, con un número delante, para facilitar la votación. Entre los cinco estaba un servidor de ustedes. No me preocupó demasiado, pues los otros cuatro sabían de los objetivos de la sociedad y estaban bien preparados. Yo iba de relleno. Se repartieron papeletas en blanco y se fue llamando según el listado oficial. Y como éramos unos cien, antes de iniciar el escrutinio la voz anunció la apertura de la barra, para sobrellevar con sosiego la espera. Se escuchaba, entre el parloteo, la voz grave del mantenedor de la fiesta. Un ayudante marcaba con la tiza cada voto.

    En este menester se me acercó “alguien más que amigo”, que me susurró al oído, con gesto de complicidad: “Que te he votado...”. Le di las gracias, y le expliqué que no tenía intención, que sabía poco del tema, que... De nuevo, la voz. Se hizo público el resultado. Y éste que les cuenta, no recibió voto alguno. Ya pueden reírse. Mi supuesto votante desapareció de la escena. Fue de rincón en rincón, intentando pasar desapercibido. Estuvo años esquivándome, supongo que por vergüenza. Moraleja: no hay que fiarse de nadie en estas circunstancias. Tampoco de las encuestas.

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