Puente Tablas
Antaño, en Andalucía, respetos se repartían al Don de la Sacristía, al Don de la Alcaldía,
y al de la Enfermería. Ninguno se interponía, de mayor categoría, pues todo el mundo sabía, que entre estos tres se movía, cualquier mal que conocía. Pero he aquí que llegó un día, el Don de la Economía, diciendo que preveía, aquello que ocurriría, pasados los cuatro días. Y pasados cuatro días, en nada se parecía lo que dijera en su día, el Don de la Economía con aquello que ocurría.
Llegado ya el Quinto día, derrochando valentía entró por Landalucía un quinto Don que decía saber hacer profecía desde aquel último día en que erró el de Economía.
Al parecer, disponía de una extraña brujería: con tiestos rotos, decía que si el tizón les medía, podía ver lo que ocurría en aquel aciago día, en que erró el de Economía. Por esto llamarse hacía el Don de la Arqueología. Pues lo que antaño ocurría, él, fácilmente veía.
Desde aquel penoso día en que erró el de Economía imparable Andalucía, como cangrejo de ría, en presente convertía lo que en pasado yacía. Y así llegó el sexto día, mutando en arqueología lo que fuera economía, y pasando a profecía lo que, usando brujería, dijera la arqueología. Siendo ya el séptimo día desde aquel oscuro día en que erró la economía, en toda Landalucía ninguna boca se abría si antes no lo decía el Don de la Arqueología.